Las consecuencias de la crisis del coronavirus siguen saliendo a la luz. La hostelería, uno de los sectores más golpeados, busca cómo adaptarse a las circunstancias para salvar el año y pocos son los que se atreven a abrir un bar o restaurante en la llamada nueva normalidad. Durante los meses que ha durado el estado de alarma, el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza ha recibido tan solo 23 peticiones de licencia de apertura. Un número que evidencia el desplome si se tiene en cuenta que en estos cuatro meses ha recibido menos de la mitad de las que habitualmente se registran, con una media de entre 30 y 50 mensuales.

Desde enero solo se han tramitado 129 peticiones para abrir nuevos negocios mientras que el número de establecimientos que han echado la persiana supera los 1.300 en Zaragoza y la provincia, donde hay alrededor de 5.500, según la Asociación Cafés y Bares. Pero aún hay más porque se prevé que de los que han vuelto a reabrir sus puertas al menos un 15% acabe cerrando porque los negocios no resultan rentables con las exigencias sanitarias actuales. Por eso, y porque aunque parece que las terrazas están a rebosar durante todo el día, la clientela también ha disminuído. Recuperar las pérdidas acumuladas va a ser complicado y desde la asociación calculan que hasta el segundo semestre del 2021 no empezará a remontar esta situación.

CIERRAN MÁS QUE ABREN

La crisis social y económica que arrastra la pandemia ha paralizado casi al completo la apertura de nuevos establecimientos hosteleros. Según los datos facilitados por Urbanismo, en el primer semestre del año han sido 129 los empresarios que han pedido licencia para comenzar el oficio, la mayoría durante enero y febrero, cuando se registraron 41 y 65 peticiones respectivamente. Representan el 82% de las totales.

En marzo, en plena pandemia, fueron 16 las nuevas solicitudes. Un número que descendió a máximos en abril, con tan solo un requerimiento, mayo, con cinco, y junio, con otra única. De los 129 totales, 64 son bares comunes, 14 cafeterías y siete restaurantes. Además, cinco dispondrán de parque infantil.

Este descenso también tiene sus consecuencias en las arcas municipales, que recibirán menos ingresos por tasas de licencia de apertura y de actividad. La concejalía de Hacienda aprobó una exención en el pago de las tasas durante el estado de alarma y todavía está estudiando si se prorroga hasta final de año, como solicitan los hosteleros y como han hecho en otros municipios como Huesca y Teruel.

Por otro lado, y en el marco del procedimiento extraordinario que se abrió con motivo del covid-19, el 99% de las peticiones de hosteleros para ampliar la superficie de sus veladores ya se ha tramitado. Se trata de otra de las medidas que se aprobaron por parte del consistorio para tratar que se planteó para minimizar el impacto de las limitaciones de los aforos que se han ido felxibilizando durante la desescalada. Ahora las terrazas ya no tienen limitaciones aunque sí se dija un aforo máximo en el interior de los locales.

"YA ES MALA SUERTE"

Rubén Martín ha tenido mala suerte. Dice que lo peor ya ha pasado y que hasta le entra la risa solo de pensarlo porque tuvo que cerrar su restaurante, La Flor de Lis, tan solo ocho días después de inaugurarlo. Después de más de un año trabajando en el proyecto y de los meses de obras y decoración, abrió sus puertas el 5 de marzo. El día 13 del fatídico mes tuvo que echar la persiana como consecuencia de la pandemia del coronavirus. «Ya es mala suerte», asegura, porque además la apertura tuvo un gran éxito que espera recuperar cuando vuelva a reabrir sus puertas.

La Flor de Lis es uno de los tantos establecimientos hosteleros que todavía no han subido la persiana. Tiene previsto hacerlo a mitad de mes, cuando terminen unas obras de insonorización que decidió hacer cuando se vio obligado a cerrar pero que tampoco pudo ejecutar a tiempo. «También en las obras hemos tenido retrasos por el coronavirus», comenta.

En su caso no tienen terraza, tan solo tres mesas en la puerta del local que no le habrían reportado beneficios para mantenerlo abierto en la desescalada. «Hemos tenido muchas pérdidas, está claro, pero en nuestro caso abrir habría sido todavía peor porque aunque la gente piensa que los bares están llenos la facturación no es la de siempre. En mi caso habría perdido mucho más dinero abriéndolo», explica, porque la mayoría de los ingresos se van en el pago de las nóminas y en la compra del producto. Lo importante, dice, es que una vez que vuelvan a abrir los clientes se animen y se acerquen a desgustar sus menús. Solo así habrá valido la pena todo este sacrificio.