Lituénigo vivió ayer una de las tradiciones más arraigadas del municipio y con más historia, donde los más mayores siguen enseñando a los más pequeños cómo se realizaba antiguamente el pesaje de los recién nacidos: con dos canastas a modo de balanza. Hasta 33 bebés pasaron ayer por la balanza romana del siglo XVII, cuatro de ellos del pueblo y la mayoría con raíces en Lituénigo. Se trata de una práctica que pocos municipios en España mantienen casi tan viva como el primer día.

Según cuenta la tradición, había una pareja en este municipio que no podía tener hijos. Así que ofrecieron a San Miguel el peso en trigo de su hijo si conseguían tener un vástago. Desde entonces, y el domingo previo a la celebración del patrón, se pesa a los recién nacidos en los tradicionales canastos.

El pesaje comenzó con Guillén, cuyo abuelo, Cándido, se encarga tradicionalmente de echar el grano para equilibrar la balanza.

Los padres de los pequeños, y varios vecinos, donaron todo el trigo utilizado.