El filósofo y ensayista Daniel Innerarity presenta hoy en Zaragoza su obra La democracia en Europa en la que analiza los retos de la unión en una etapa de conflictividad política y social. La cita será en la librería Cálamo a las 19.00 horas.

-¿Realmente está en riesgo la unidad europea o es posible reformar su modelo para que todo el mundo se sienta a gusto en su seno?

-Creo que la Unión Europea (UE) no está en peligro. De hecho, las tensiones y los conflictos, como la dramática salida de Gran Bretaña, están siendo una buena oportunidad para repolitizarla. La paradoja está en que los cambios en la unidad no surgen de una etapa de tranquilidad, sino de una época de tensiones y desacuerdos. Por ejemplo, el brexit ha provocado una nueva sintonía entre los estados miembros como demuestra el comienzo de las negociaciones.

-¿Tras el último revés a Theresa May cree que el ‘brexit’ cambiará de rumbo?

-Todo apunta a que el brexit será suave. May no tiene una posición de fuerza, pero no por las elecciones. Todo viene de la decisión de la Corte Suprema que obligó a contar con el Parlamento en todas las decisiones. Se pondrá en marcha un proceso muy lento y deliberativo que no va a contentar a los que querían permanecer en la UE. Pero será un escarmiento ajeno para los territorios que estén pensando en algo similar, como pueda ser Chequia.

-Más allá de algunas tensiones nacionalistas, el actual panorama europeo parece favorable a mantener la UE de una forma similar a la actual.

-No nos debemos engañar, puede que sea un efecto óptico provocado por el momento en el que nos encontramos. Los intereses en la UE siguen siendo muy divergentes. Hay diferencias entre el norte y el sur, entre ricos y pobres o entre prestatarios y deudores. Es bastante lógico que se mantengan muchos puntos de desacuerdo.

-¿Por qué ha calado en la sociedad la idea de que Europa es innecesaria?

-La Unión Europea comenzó de forma deliberada de espaldas a las poblaciones. Fue claramente aristocrática y tecnocrática. Esto no puede mantenerse porque han cambiado los temas sobre los que se decide. Ahora podemos afirmar que un proceso como la integración europea no puede ser conducido sin el soporte expreso de la sociedad. En este contexto nos encontramos con unos ciudadanos más conscientes de que tenemos que dar la aprobación a todo lo que se acuerde.

-Se habla mucho del reto demográfico en los últimos meses. ¿El envejecimiento de la población puede ser parte del problema?

-Es verdad que las generaciones mayores, como se ha visto en Gran Bretaña, son menos afectas al proyecto europeo que los jóvenes, que ya no saben lo que es una frontera. Pero también se puede decir que Europa no es algo cercano para los jóvenes. Lo necesario es que la UE sea vista como un ámbito de protección o no lograremos que las nuevas generaciones estén a favor de la integración.

-Sin embargo, a la hora de buscar un relato de Europa parece que los estudiantes lo tienen más fácil gracias a la movilidad.

-Pobablemente los jóvenes den por sentadas cosas que otras generaciones ven como grandes conquistas. Por ejemplo, no ven amenazada la paz ni la democracia en sus territorios nacionales. Pero no se les puede ir con el cuento de que estamos instalados en el progreso, pues el panorama laboral es muy negativo. Todos los relatos con los que se han incorporado las viejas generaciones al relato europeo ahora son completamente inútiles. Además, ven que Europa está recortando los mecanismos de protección de los trabajadores. Así que, o Europa inventa unos procedimientos que compensen esa desprotección o será considerada un lugar inóspito, especialmente para los más vulnerables.

-¿Cree que el europeísmo puede ser una baza electoral para los partidos españoles?

-Este sentimiento siempre ha sido bastante superficial, basado en la inevitabilidad con la que una generación salió corriendo de este país en busca de oportunidades laborales y debates intelectuales. Algunos partidos políticos son europeístas, pero el tema no está en la agenda con seriedad. Todo se llena de trucos por los cuales todo lo que viene de Bruselas es la salvación para las cosas que no funcionan bien aquí o la culpable de todo lo malo que nos pasa. Esto necesariamente produce generaciones de euroescépticos.