Muchos sostienen que con esta modificación se aumentaría la productividad laboral de los trabajadores aún a pesar de la reducción horaria, tal y como demostró en 2018 la empresa neozelandesa Perpetual Guardian, que además conlleva beneficios como disminuir el estrés de los trabajadores o que estos puedan tener un mayor acceso a la tan necesaria conciliación familiar.

Desde luego son muchos los derechos laborales que los trabajadores han ido logrando a lo largo del último siglo y medio y que ahora vemos como normales. Pero esto no fue siempre así. ¿Qué nos dice la historia al respecto?

A lo largo del siglo XIX la revolución industrial fue cambiando radicalmente el panorama laboral imperante durante siglos y que afectó de lleno a los países que estaban en pleno proceso de industrialización. En España ese proceso fue más lento, pero se fue acelerando sobre todo en la segunda mitad de siglo con la formación de núcleos industriales de gran importancia que comenzaron a atraer población desde el mundo rural a las grandes ciudades, iniciando la primera fase de ese éxodo rural que tanto ha afectado al país. Pero ese es otro tema.

En esas primeras décadas la legislación laboral era muy tenue y se cometían enormes abusos por parte de las fábricas. Jornadas de sol a sol, trabajo infantil, sin derecho a prestaciones por desempleo, enfermedad o accidente laboral. Si un obrero caía enfermo o tenía un accidente que le impedía trabajar o incluso fallecía, tal y como era muy habitual, la víctima era despedida o en su caso la familia no recibía compensación alguna.

Además, ese éxodo rural hizo que hubiera en las grandes ciudades mucha mano de obra, por lo que si alguien protestaba por las condiciones del trabajo se le despedía y siempre había alguien dispuesto a sustituirle a pesar de los bajísimos salarios.

Pero poco a poco esta situación fue cambiando y los obreros comenzaron a organizarse en asociaciones que a base de lucha e incluso muertos en multitud de protestas fueron logrando esos derechos que hoy nos parecen (o deberían parecer) indiscutibles. Todo ese proceso llevó a ese momento álgido del 4 de abril de 1919 en el que se publicó un decreto en La gaceta de Madrid (lo que hoy es el BOE) por el que España se convertía en el primer país del mundo en establecer por ley la jornada laboral de 8 horas.

¿Y qué pasó en Aragón durante esos años? En el último tercio del siglo XIX Zaragoza se fue convirtiendo en un potente núcleo industrial gracias sobre todo a esa situación estratégica de la que goza y a las nuevas líneas de ferrocarril que la comenzaban a conectar con ciudades como Barcelona y Madrid. Algunos de los sectores que despuntaron fueron el metalúrgico o el del azúcar. Este último se extendió por varias localidades de los valles del Ebro o del Gállego, sobre todo a raíz de la pérdida de Cuba en 1898, y es que hasta entonces España era la gran productora de azúcar de caña del mundo pero al perder esa producción se plantea fabricar azúcar a través de la remolacha, algo que se hizo especialmente popular en esta zona con numerosas fábricas y que atrajo otros negocios auxiliares como el de la elaboración de alcohol.

El caso es que la huelga se convirtió en el instrumento principal de esa lucha obrera por lograr unas mejores condiciones de trabajo y Aragón no lo fue menos. Tenemos noticias de parones de los trabajadores con exigencias en cuanto a subidas salariales ya en el año 1855 y sobre todo desde la década de 1870, aunque la primera gran huelga que de verdad tuvo consecuencias fue la convocada para la celebración del 1 de mayo de 1890. En esa ocasión pararon casi todas las industrias durante 4 días por el despido de varios trabajadores que no habían acudido a su puesto el 1 de mayo, siendo la capital aragonesa la única ciudad de España donde la huelga estuvo generalizada. La huelga se repitió al año siguiente durando esta vez 11 días y consiguiendo en algunas fábricas diferentes concesiones laborales.

Y esto no es de extrañar, ya que Zaragoza se convirtió en una de las ciudades más revolucionarias de España en el siglo XIX y donde más tarde arraigaron con mucha fuerza movimientos como el anarquismo, siendo una de sus principales plazas en España más allá de Andalucía o Barcelona.

Ya hacia la década 1910 los movimientos obreros estaban ya mucho más organizados en todo Aragón y eran frecuentes los parones. Tal era la situación que en 1917 la cuantía de días laborales perdidos a causa de la huelga en Aragón era de las más altas del país, siendo el caso de Zaragoza la segunda mayor, solo después de Barcelona, un puesto que le quita la capital aragonesa en 1919. Y esto no se producía solo en la ciudad, pues en 1920 se contabilizan unas 70 huelgas en la provincia de Zaragoza, de las cuales más de la mitad se produjeron en la zona rural. La situación se «tranquiliza» durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930), pero resurge durante la segunda república, aunque en estos años las exigencias laborales iban acompañadas de las políticas y las reformas rápidas que se exigían al nuevo régimen y que provocaron una enorme tensión social.

¿Cambio histórico?

La consecución de mejoras para el mundo laboral debería ser constante y no una meta que alcanzar y quedarse quietos, pues en ello va la salud tanto del trabajador, de la sociedad y de la propia producción económica para las empresas. ¿Estaremos al borde de un nuevo cambio histórico?