Luis Alberto Moreno, investigador y catedrático de la Universidad de Zaragoza, ha entrado a formar parte esta semana de la lista de los 6.000 científicos más citados e influyentes del mundo. Experto en Nutrición y Obesidad infantil, su móvil echa humo estos días recibiendo felicitaciones. Coordina el grupo de investigación Genud (Growth, Exercise, Nutrition and Development) en el campus aragonés y, entre otras cosas, trabaja en el Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Nutrición y la Obesidad (Ciberobn).

—Antes de nada, enhorabuena. ¿Cómo le ha caído la noticia?

—Por un lado ha sido una sorpresa porque, entre otras cosas, han cambiado los criterios de la inclusión de las personas en esta lista. Por otro, después de muchos años de trabajo uno tiene la impresión de que va teniendo cierta repercusión.

—¿Cómo se siente uno cuando le dicen que es uno de los científicos más influyentes del mundo?

—Me siento bien y muy contento. No hemos descubierto las Américas, pero a base de mucho trabajo se contribuye a muchas cosas. Somos referentes en España, a nivel europeo e incluso mundial. Los colegas reconocen tu trabajo, te citan, que es en lo que se basa la evaluación, y esto ha sido una confirmación de que las impresiones eran buenas. En 1982 terminé Medicina y en 1994 me incorporé a la Universidad de Zaragoza. Tras años de mucho curro, esta mención es importante.

—Es experto en obesidad y nutrición infantil. ¿Esta enfermedad es ya una epidemia?

—Bueno, los que llevamos trabajando en esto desde hace tiempo somos conscientes de que la epidemia ya estaba en los años 90 en los países industrializados. En el sentido estricto, una epidemia es una acumulación de muchos casos de la enfermedad en poco tiempo. El gran cambio se produjo entre los años 80 y 90.

—¿Comen mal los niños y los jóvenes? ¿Y en Aragón?

—Aquí estamos en una situación intermedia, aunque con datos más positivos que los demás. Está comprobado que los países con adherencia a la dieta mediterránea comen mejor. Sin embargo, hay diferencias entre ellos porque, por ejemplo, los niños suecos son los que más se adhieren, mientras que los peores son lo de Chipre.

—¿Quién cree que tiene la culpa de la obesidad infantil, la sociedad o los padres?

—El problema está dentro de la sociedad. Hay muchos pequeños componentes que contribuyen a que parezca algo individual, pero no debemos culpabilizar a los padres. Al contrario, hay que ayudarles en la medida de lo posible para que sepan qué deben comer sus hijos y darles trucos que fomenten el consumo de alimentos saludables.

—¿A qué tipo de trucos alimentarios se refiere?

—Bueno, cuando planteamos introducir algún alimento a bebés de entre 4 y 6 meses lo que hacemos es proponer repeticiones seis, ocho o doce veces. Al final, el niño acepta la oferta. Si se repite solo dos veces y se deja de insistir, se pierde una oportunidad. Otra cosa importante es que hay que hacerlo atractivo, porque el gusto es vital.

—Entonces, ¿los padres son más conscientes de la importancia de alimentar bien a sus hijos para prevenir enfermedades?

—Sí, cada vez se le da más importancia a la alimentación. Todavía hay que mejorar, pero se están haciendo las cosas bien. También en las escuelas se trabaja mucho la alimentación saludable y se fomenta.

—¿Qué patologías son las más comunes en los niños fruto de la obesidad?

—La obesidad genera varios problemas en el organismo. A corto plazo son problemas psicosociales, que generan en los niños baja autoestima, poca confianza en ellos mismos y situaciones incómodas, por ejemplo, a la hora de hacer deporte en el colegio delante de los compañeros. A medio plazo, supone problemas endocrinos o cardiovasculares. La diabetes tipo 2 no aparece en adolescentes, pero sí que se denotan antecedentes a la resistencia a la insulina o intolerancia. También en los niños con obesidad se da tensión arterial alta.

—¿La dieta mediterránea es la solución para prevenir la obesidad y el sobrepeso?

—Sí. Lógicamente, la vida moderna ha cambiado todo, hay más productos preparados, pero el patrón de consumo tradicional es el idóneo. La base de la alimentación deben ser cereales poco refinados, como el pan. Las frutas y las verduras son un valor seguro en la dieta mediterránea, así como el aceite de oliva, los lácteos y la carne. El pescado cierra el equilibrio y, por supuesto, todo esto hay que combinarlo con actividad física. H