Luis Pascual Jiménez Procas tiene 22 años, y lleva ya 7 enganchado al cannabis, como tantos otros. Y también como tantos, la droga le ha provocado, o agravado, ciertos trastornos mentales que podrían encuadrarse en un cuadro piscótico esquizofreniforme, con ansiedad, insomnio e incluso alucinaciones auditivas, lo que se combina con un escaso control de impulsos. Su madre lo explica más gráficamente, «pasa de cero a cien en un segundo». Ella le sorprendió un día afilando una pata de silla en la cama, para quitarse de en medio. Llegaron a tiempo de ingresarle en un centro, pero salió.

Su actitud le llevó finalmente a agredir a otro joven en un bar, y tras no acudir al juzgado en las comparecencias que le impusieron -su madre afirma que no se lo explicaron, pero admite que, una vez supo que estaba en busca y captura, le ocultó-, fue detenido también por incumplimiento de condena. Una nueva pena que sumó y por la que terminó ingresando en Zuera. Sin contar los seis meses que le impusieron por robar una tele, conmutados por trabajos comunitarios.

Pero en prisión, su carácter no ha ido a mejor, y la reinserción para la que está concebido el sistema no está funcionando con él. Nada inédito. Acumula partes por alborotos, agresiones y mal comportamiento en general, aunque algunos discutibles, como la acumulación de pastillas. Lo entendieron como narcotráfico, cuando, según su entorno, son precisamente las que le prescriben, que acumula para suicidarse.

No sería la primera vez que lo intentara, como cuando bebió lejía. Su madre recibió la carta en la que se lo avisaba el día que lo hizo. Y tras ser trasladado de Zuera a Daroca y de allí al penal madrileño de Aranjuez, donde su familia ha perdido toda posibilidad de ir a verlo. Por el camino acumula más de 20 días de aislamientos.

Su madre no pide indulto ni nada de eso. «Que pague por lo que ha hecho», pero que lo haga «teniendo en cuenta cómo está». Su caso llegó a la asociación de ayuda a presos Primeros pasos a la libertad (Pripali), que ha optado por la denuncia pública para visibilizar su caso, el de tantos. Jóvenes que, con ayuda, podrían prosperar en lugar de malograrse aún más entre rejas. El letrado asesor de Pripali, Marco Navarro, ya ha pedido su traslado a un psiquiátrico.