"Luis Muñoz Lacasta, ya vale, ya basta", solía decirle el maestro a su revoltoso alumno, que sentado en su pupitre ponía a prueba la paciencia didáctica y la improvisación poética de su profesor. Cinco décadas después de esos episodios de primaria educación, el cuerpo de Luis ha seguido al pie de la letra la coletilla que tanto le gustaba recordar. "Ya vale, ya basta". Y se ha ido a los 57 años este periodista, muy alto y muy aragonés de Jaca, un chopo de enorme elevación humana e intelectual. Pronto perdió a sus padres y pronto la salud le traicionó, dos penalidades en las que jamás se detuvo con lamentos pero que le condujeron a vivir la vida al día, a una velocidad imposible, con una intensidad desbordante por acumular experiencias al límite.

Tuvimos la fortuna de disfrutarlo en el Periódico de Aragón, del que fue miembro fundador, hasta que el Parkinson le hizo imposible acudir a la redacción, a la sección de Deportes que engrandeció como ninguno. Luis Muñoz era un intelectual de los extremos, de la cultura clásica y de las civilizaciones subterráneas. La música y la literatura centraron su amor por la belleza académica, y los toros y el boxeo le permitieron contactar con mundos que completaban su atracción por lo popular. De todo y del CAI Zaragoza, por supuesto, escribía con tinta sabia, con sensibilidad y un dominio exacto de los idiomas que solicitaba cada relato. Optimista por naturaleza, tenía mucho que ofrecer y nada regateaba a sus amigos o compañeros mientras la enfermedad consumía su tiempo que no su estoica y al mismo tiempo lunática manera de administrarlo.

Admirado, querido y entrañable, vestía de soledad aunque le quisieran abrigar en lo momentos más difíciles. Poco a poco se transformó en una sombra que, ahora, con su muerte, recupera la brillantez del genio atormentado, la figura felizmente triste de un chopo con las raíces malheridas.