Sijena vuelve poco a poco a irradiar la luz que desprendió en sus lejanos inicios, allá por el siglo XIII, cuando numerosas mujeres de la realeza y la nobleza se hacían monjas y entraban en la orden hospitalaria de San Juan de Jerusalén.

El monasterio vivió durante siglos de las donaciones de familias ricas y llegó a convertirse en panteón real. Pero su esplendor medieval decaería con el transcurso de los siglos, de forma que la desamortización llevada a cabo en el XIX supondría su práctico hundimiento, que se consumó durante la guerra civil, cuando fue incendiado.

A partir de ese momento, su abundante y rico patrimonio se dispersó y, en gran medida, se perdió. Pero ahora, una mínima parte de esos bienes ha regresado fragmentariamente desde los almacenes del Museo de Lérida, donde jamás vieron la luz, pues la institución catalana solo mostraba los objetos que consideraba de más valor.

Los artículos recuperados el pasado mes de julio, cuando los devolvió la Generalitat forzada por una serie de sentencias judiciales, poseen sin embargo «un gran valor sentimental y simbólico», apunta Laura Asín, directora del Museo de Huesca, que ha catalogado las piezas.

Se trata de objetos de la vida cotidiana de distintos siglos, entre el XIV y el XVIII: palmatorias para alumbrarse, cucharas y tenedores, platos, ropas que llevaban las monjas, una especie de caja fuerte y hasta el pomo historiado de un bastón. Hay varios elementos decorativos, como azulejos incompletos. Y abundan, como cabía esperar, los objetos relacionados con la devoción, como relicarios, libros de temática religiosa y vestimentas litúrgicas.

Aún faltan

Se trata, en casi todos los casos, de simples restos que sirven para hacerse una idea aproximada de cómo eran los objetos enteros a los que pertenecieron. Como el propio monasterio, que está derruido en parte, son meros vestigios de un largo naufragio.

Pero no están todos los que son. El Museo de Lérida se resiste a entregar otras 44 piezas, las que están expuestas en sus instalaciones por tener más valor. Estas también irán al antiguo dormitorio de las monjas, donde están colocadas las vitrinas en las que se expondrán.

El espacio tiene forma de ele, señala una representante de las religiosas que actualmente habitan en el monasterio de Sijena, que por cierto pertenecen a una orden distinta de las fundadoras. Estas se marcharon de allí en 1975 y las sustituyeron 10 años más tarde las hermanas de Belén, de la Anunciación y de San Bruno, dedicadas a la oración.

«Para ellas, estos días suponen un trastorno en su vida monacal y están deseando que pase todo este barullo», afirma su portavoz. Las monjas se hallan en dependencias del complejo que no son visitables.

Con todo, en su parte del monasterio se puede recorrer la iglesia, con unos interesantes frescos medievales, y también ver la parte donde yacen varios monarcas de Aragón.