La primera sentencia en firme en la que se ordenaba la devolución del tesoro del monasterio de Villanueva de Sijena ya tiene más de dos años. Pero la voluntad de la Generalitat de Cataluña de incumplir el ordenamiento jurídico estatal en su proceso soberanista ha encontrado en las maniobras judiciales relacionadas con el arte sacro aragonés un inesperado reflejo. Aunque sea en miniatura. Por esta razón, los medios estatales están realizando un detallado seguimiento de las idas y venidas aragonesas para exigir la vuelta de las piezas retenidas en Lérida.

A pesar de lo dilatado del litigio -en el que se enmarañan otros similares como los del arte de la diócesis de Barbastro-Monzón o la reclamación de las pinturas murales del propio monasterio monegrino- los últimos apercibimientos del Juzgado de Instrucción número 1 de Huesca son interpretados como definitivos. Cataluña no puede seguir sumando recursos, excusas y medias verdades para evitar el cumplimiento de la orden. Ayer mismo, la magistrada María del Carmen Aznar insistió en que en el caso de retrasar más la ejecución se deduciría «testimonio por desobediencia» para que los tribunales «actuaran conforme a derecho». El responsable del departamento de Cultura catalán, Lluís Puig -como presidente del consorcio del museo-, y el propio presidente Carles Puigdemont pasarían en ese caso a verse envueltos en otro proceso judicial. Todo a sumar a los requerimientos a cuenta de la financiación de su partido y de las decisiones tomadas en la puesta en marcha de un referendum para la independencia.

También se recuerda en las redes sociales la fotografía de la salida de los llamados papeles de Salamanca. Dejando a un lado la existencia de documentación relacionada con Aragón en aquellos lotes, las imágenes de la Policía sacando cajas de cartón del Archivo de la Guerra Civil se ven como un anticipo goloso de lo que pueda suceder el próximo lunes. En el caso de que la jueza dé curso a la solicitud de la DGA, la salida de las 44 piezas reclamadas repetiría la iconografía.

Otra opción sería un cambio de idea en las autoridades catalanas: hace un año un camión salió de unos almacenes del Museo Nacional de Arte de Cataluña ubicados en Sant Boi de Llobregat sin fotos ni medios. En su interior estaban las 53 piezas que ya se muestran en los antiguos dormitorios del cenobio. O algunas menos, teniendo en cuenta que dos de ellas se han extraviado en el proceso.