Levantarse y darse cuenta de que no hay luz en casa puede ser un gran fastidio, sobre todo para los que lo hacen antes de que salga el sol. Pero que tampoco haya agua es un shock difícil de digerir a horas tempranas. Y encima sin café. Esto es lo que les pasó ayer a los vecinos de la intersección de la avenida Goya con el paseo Sagasta, que no tenían ni lo uno ni lo otro después de que a la una de la madrugada se produjera un reventón en una tubería.

Hasta las dos de la tarde no se restablecieron los suministros con normalidad, casi doce horas que trastocaron los planes de muchos. Por ejemplo, los bancos, que abundan precisamente en esta intersección, no pudieron abrir porque no tenían electricidad. Tampoco lo hizo un pequeño supermercado que hay en el lado de los impares de Goya, ni la autoescuela que se encuentra en el mismo punto. En la pastelería Tolosana tuvieron que volver a hacer las cuentas «a la antigua, con papel, boli y calculadora». Además, se vieron en la obligación de limitar sus productos, ya que aquellos que necesitan estar en nevera, como las tartas, no se podían servir. A las 11.45 horas se hizo la luz en la tienda y se recuperó parte de la normalidad.

Casi una hora más tarde volvió la luz en el lado de los pares. Las tres empleadas de Arajoy no pudieron utilizar su taller durante toda la mañana. «Tenemos un ambiente muy íntimo hoy, todo en penumbra», bromeaban.

Los vecinos del edificio Rosales, en el número 21 del paseo Sagasta, no tuvieron ni luz ni agua durante toda la mañana. Donde sí la había era en los garajes y trasteros, al colarse por el reventón. El portero, José Antonio Granel, que no paró en toda la mañana, ya estaba pensando en llamar al perito para que evaluase los daños, sobre todo de los trasteros, donde se guardan elementos de todo tipo y de lo más variado.

«Me han llamado todos los vecinos a ver qué pasaba», comentaba nervioso, pues llevaba horas atendiendo a la gente y de un lado a otro. También daba consejos. Por ejemplo, recomendaba que no abriesen sus congeladores para no romper la cadena del frío.

Ayer muchos decidieron que era día de comer en un restaurante. «Ni un café he podido hacerme por la mañana», decía Mari Carmen Martínez, residente en el número 3 de Goya. «No tenemos ni agua ni luz ni nada, así que hoy tendré que irme a comer a algún sitio porque así no podemos estar. Esto nos ha pillado tan de repente que no tengo ni garrafas de agua en casa», comentaba. La misma idea llevaba Ángel Serrano, del edificio Rosales. «Pues claro que sí, hoy es el día para irse a algún restaurante a comer», le decía el portero. Esta era otra de sus recomendaciones de la jornada.

En este mismo inmueble se encuentra la Cadena Cope, que ayer tuvo los micrófonos apagados durante toda la mañana. Una faena, porque era día de pactos y sorpresas. Casualidades de la vida, la luz volvió a la redacción a las 14.10 minutos, diez minutos antes de la ddesconexión local de la emisora, así que tuvieron que darse más prisa de la habitual.