Las historias y tradiciones que se descubren en el cementerio de Torrero el día de los difuntos son de lo más variopinto. El negocio, las reuniones familiares y los homenajes se mezclan en diferentes rincones del camposanto.

Raducanu va ofreciendo como un loco una escalera para aquellos usuarios poco afortunados que tienen los nichos en la parte alta de la pared. No son ni las 12 de la mañana y ya lleva más de hora y media trabajando. "Estoy reventado de cargar con la escalera", confiesa. Este rumano de 25 años aprovecha el operativo de Todos los Santos para ofrecer una escalera de manera "ilegal" a los visitantes al camposanto. Lleva tres años siguiendo la misma rutina, pero al parecer este se ha convertido en una tarea más que complicada. "No hay absolutamente nada de trabajo, está muy mal, pero no es porque no haya gente, claro", lamenta. Como Raducanu, todos los que se dedican a este negocio cobran la voluntad de los que utilizan su servicio. Basta con darse una vuelta para ver que en cada esquina aparece otro "ofrecedor ambulante" de escaleras. El 90% son gitanos y, aunque parezca sorprendente muchos no tienen más de 14 años. "He visto a un niño de ocho años con la escalera", explica Raducanu. "Sinceramente, es culpa de sus padres, los ponen a trabajar para dar pena y así la gente los coge a ellos en lugar de a mi. Yo no traería aquí a mis hijos ni loco", apunta.

Una mañana más tranquila que Raducanu pasó la familia Lerios. Este grupo de gitanos se reúne semanalmente en el panteón familiar, pero ayer la quedada se prolongó de 9 de la mañana hasta mitad de la tarde. Colocaron las sillas y, sin comer, permanecieron la jornada recordando y hablando de las virtudes de sus fallecidos. "Tenemos la creencia de que ellos están en el reino de los cielos y esto sirve para unir vínculos entre nosotros", explica Óscar Lerios. El panteón de los Lerios es uno de los lugares donde el alcalde, Juan Alberto Belloch, se para en su recorrido en homenaje a los fallecidos de la ciudad. Antonio, el patriarca de la familia se siente muy agradecido por este acto. "Mi hermano falleció hace cuatro años, era el presidente de los vendedores ambulantes y lo conocía. Desde entonces siempre tiene algún gesto con nosotros".

Otros honran a sus muertos sin haberlos conocido siquiera. Tres mujeres pusieron flores en la espiral que recuerda a los fusilados en Zaragoza. Son familiares del sindicalista Luis Jaime Aranda, que fue fusilado el 5 de febrero de 1937. No le conocieron, pero la madre de una de ellas les hizo llegar la historia y desde ese momento creen que honrarle es una manera de justicia. "Le fueron a buscar a casa y delante de su mujer embarazada y su hijo de un año se lo llevaron".