Son ya 36 años fabricando Corsas en Figueruelas, cinco generaciones de modelo y, además, el coche más vendido de Opel. Es ya marca Aragón, a pesar de que la multinacional automovilística nunca ha estado muy próxima a la sociedad aragonesa. Quizás el Corsa Jaca, aquel modelo que se fabricó en los años 96 y 97 del siglo pasado, apostando porque Jaca pudiera cumplir su sueño olímpico en 1998, fue el momento más pegado al territorio de la compañía. No es que ahora esté el Real Zaragoza para llevar PSA en su camiseta, emulando al Milán de hace unos años que publicitaba Opel en todos los campos, pero bien estaría que sus vínculos dejaran de ser tan accidentales. Es cierto que con la decisión de ayer PSA sitúa a Zaragoza en la vanguardia de la producción de vehículos al apostar porque de esta factoría salga su primer coche eléctrico. Pero no les quedaba otra decisión a los nuevos dueños primero porque ellos mismos alabaron el nivel de la planta aragonesa y segundo, después de la brillante negociación del convenio del comité. Los trabajadores, tras la amenaza de la deslocalización, han sido capaces de encajarse con el momento y asegurar el futuro, aunque solo sea inmediato. Es verdad que así no se contribuye más que a que los salarios permanezcan estancados o perdiendo poder adquisitivo y eso signifique aumentar desigualdades y divergencias sociales. Pero seguimos haciendo marca. Y eso vale mucho.