Ante una protesta como la que se espera hoy en las calles de Zaragoza lo mejor es mostrarse a favor de las organizaciones agrarias. «Tienen razón en todo», reconocía en el Mercado Central de la capital Begoña Chavarría. Es vecina del Rabal de toda la vida y aunque no participará defiende que todas sus reivindicaciones «son justas». Es consciente de que los precios que recibe un fruticultor por un kilo de peras no tiene nada que ver con lo que abona el consumidor final, una de las grandes quejas que los convocantes de la tractorada tratan de poner sobre la mesa. Pero la realidad es que el debate no termina de calar entre los propios consumidores, según opinan los propios vendedores. En los pasillos de edificio de Félix Navarro el debate no ha cuajado: se habla más de feminismo o del coronavirus que de agricultura.

«Lo importante para los compradores es el precario que pagan ellos, no comentan la situación en el origen», reconoce Luis Gracia desde el puesto Luis y Toñi. Y es la dinámica en casi todas las fruterías del mercado. Eso sí, destacan que los precios son mucho más asequibles que en las grandes superficies. «El sector primario lo tienen todo negro, es verdad que les pagan una miseria», señala Gracia. Por eso su intención es trabajar con proveedores de proximidad, intentando favorecer a los hortelanos que producen de forma ecológica. «Los caracoles y los ajos no pueden faltar» en este puesto, incide.

La mañana de un lunes en el Mercado Central de Zaragoza es tranquila. Los puestos de pescado permanecen cerrados y el resto de negocios está a medio gas. Hasta los cuatro bares flamantes y relucientes que les han instalado con la recuperación parecen curar la resaca del domingo. «Los fruteros no tienen la culpa de los precios, se tiene que regular la situación actual», reclama un joven pamplonés estudiante de Química, Alejandro Rivas. Lamenta que se haya «normalizado» que en la cadena de distribución le que más trabajo desarrolla y más arriesga sea el que menos cobra.

De esto sabe mucho la técnica agrícola Lorena Bueno, que trabaja en una cooperativa de Alfántega. «La propuesta del ministerio no es suficiente para cambiar la tendencia», asegura, pues está «muy por debajo» de las exigencias de los afectados.

En otro de los puestos las medidas anunciadas tampoco acaban de convencer a los vendedores, pues asumen que a la hora de hablar de intermediarios también se está haciendo referencia a distribuidores o transportistas que tienen que ganar por su trabajo. «Existe demasiada oferta, por eso es difícil que su labor sea rentable», lamenta Javier Gómez. Por el momento, solo es consciente de que hoy le tocará cambiar sus hábitos si se colapsa el centro de la ciudad.