La noche del viernes 13 de noviembre de 1992 en la población valenciana de Alcàsser, Míriam, Toñi y Desirée, tres adolescentes de catorce y quince años, se dirigían a la discoteca del pueblo cercano de Picasent. Nunca llegaron. Probablemente sea el caso de violencia contra mujeres más conocido en España, no solo por la barbarie del crimen sino también por el nefando espectáculo mediático que se construyó alrededor del suceso. La cronista y escritora argentina Selva Almada también viajaba de jovencita haciendo autoestop como las chicas de Alcàsser. Hubo algún que otro momento desagradable en estos trayectos, pero solo una vez sintió realmente el peligro. Un tipo de unos sesenta años comenzó a manosear a su amiga y a hacerle insinuaciones sexuales. Consiguieron esquivar los tocamientos y bajarse. Cuando estuvieron fuera de aquel coche, se abrazaron y lloraron.

La cronista se ocupa en Chicas Muertas (Random House Mondadori, 2014) de investigar tres de los cientos de casos de jóvenes asesinadas. Las tres chicas fallecieron en los años 80 y marcaron de un modo indeleble a nuestra cronista, que por esos tiempos era otra adolescente, otra posible víctima. Tres casos que están aún sin resolver. Tres vidas truncadas: la de María Luisa Quevedo (15 años) que fue violada, estrangulada y apareció en un solar, en las afueras de la población. La de Andrea Danne (19 años) en San José, asesinada en su propia cama; y Sarita Mundín (20 años), desaparecida y cuyos restos supuestamente aparecieron a la orilla del río Tcalamochita.

Tres historias que nos cuenta Selva Almada con detalle, con interés narrativo y con respeto. Tres muertes que lleva años investigando para poder abordar estos sucesos en profundidad. Sucesos que, sin embargo, tuvieron en diferentes momentos una "pluma novelesca" en la prensa local, que puso toda su carga de interés en el impacto, en el misterio y el horror. Unos medios que apostaron por relatos intrigantes, de sospechas y falsos testimonios. En uno de los casos se puede hablar de un capítulo netamente de ficción del que se hicieron eco los periódicos y la radio. Una chica fabuladora y mentirosa que inventó una acusación que llegó a reabrir el caso.

A sus 40 años, Selva Almada trata de comprender los procesos que desencadenan el sinsentido de estas muertes; de esta violencia soterrada que nos impregna.

Una violencia que se concibe normalmente venida de fuera y amenazadora. Los violadores siempre son hombres desconocidos. Sin embargo, como nos hace ver esta escritora, y si atendemos a los 39 casos de muerte por violencia contra las mujeres que llevamos en este 2014 en España, la violencia casi nunca está fuera. Como subraya Selva Almada: "Nunca nos dijeron que podía violarte tu marido, tu papá, tu hermano, tu vecino, tu abuelo, tu maestro. Un varón en el que depositaras toda tu confianza" (55).

No son casos aislados de violencia contra la mujer.