La delegada de la Pastoral Penitenciaria de Zaragoza pide la colaboración ciudadana para comprar tantas tarjetas telefónicas como presos hay en Aragón, para que todos ellos puedan hablar con su familia y amigos.

—¿Qué es la Pastoral Penitenciaria de Aragón?

—Es el brazo del obispo que se ocupa del cuidado y atención espiritual y material de los presos. En Aragón tenemos las dos cárceles de Zaragoza y la de Teruel, y en estos momentos, en total hay 2.030 presos, más 34 menores en Juslibol. Todos nuestros esfuerzos están dedicados a ellos. Somos un equipo formado por 70 voluntarios que trabajamos en un total de 24 programas de ayuda a las cárceles.

—Y para la Navidad han lanzado la campaña ‘Minutos de Esperanza’. ¿Cuál es su objetivo?

—En la cárcel, lo más preciado después de la libertad es una tarjeta telefónica, que muchos presos no pueden comprar porque no tienen dinero. Los móviles están prohibidos y la empresa que provee a Prisiones del servicio de tarjetas para poder llamar por teléfono nos las vende. Lo que pedimos es un donativo para comprar tarjetas, que cuestan 5 euros cada una. Hemos abierto una cuenta donde se puede ingresar el dinero: ES47 2085 0138 3803 3034 2277. El objetivo es conseguir 2.030 tarjetas. La campaña finaliza el próximo día 20, y del 20 al 24 pasaremos por las cárceles y a cada interno entregaremos un paquete con la tarjeta telefónica, tarjetas para que ellos feliciten la Navidad y algún regalito que nos dona alguna empresa. Se lo daremos personalmente.

—Es la tercera vez que la presentan. ¿Cómo fueron las dos primeras?

—La primera vez no se llegó al objetivo, pero el año pasado pretendíamos alcanzar los 10.000 euros necesarios y recogimos 13.500. Se les pudo dejar dinero a los capellanes de las cárceles para más tarjetas, que han ido distribuyendo a lo largo del año. El objetivo es que todos los presos puedan llamar a sus casas, y que en las casas de todos los presos se pueda decir ‘ha llamado papá’ o ‘ha llamado mamá’ o ‘te quiero’. Este año el reto es sobrepasar lo del año pasado y si no es así, pues hasta donde lleguemos.

—¿Es la Navidad la época del año más difícil para los reclusos?

—Sí. Más que el verano. Porque la Navidad es muy sentimental. Y si tienes mujer e hijos fuera, como tienen la mayoría, o marido e hijos, o padres mayores, pues es dura. Aunque ellos mismos hacen festivales, se les da buena comida esos días y tienen un ambiente relajado que cuidamos entre todos. Pero es muy duro. Y con estas tarjetas, por lo menos pueden llamar unas cuantas veces a su familia. Es como conectar con el mundo. Hay quien no tiene familia, pero necesita llamar a un amigo o al abogado. Porque hay quien no tiene dinero ni para llamar al abogado.

—¿Qué puede contarme de la cárcel?

—Que hay mucho dolor. Hay gente de toda clase, y solo en Daroca, de más de 30 nacionalidades, por lo que en algunos casos hay que empezar por alfabetizarlos para que entiendan las órdenes. También hay quien acaba su carrera superior. A todos se les da herramientas psicológicas para que cambien los objetivos de su vida. Pero el problema está en la salida, ya que muchas veces, sin dinero, no tienen dónde ir.