La cifra de fallecidos en las carreteras aragonesas como consecuencia de accidentes de circulación a lo largo del último decenio es, pese a la evolución positiva que ha sufrido, espeluznante: 1.229 personas perdieron la vida como consecuencia de siniestros viarios entre el 1 de enero del 2003 y el 25 de diciembre del año recién acabado, cuando un cabo de la Guardia Civil de Tráfico destinado en el destacamento de Aínsa fallecía tras despeñarse en la N-260 el todoterreno con el que patrullaba junto con un guardia. Este se encuentra ingresado en la UCI del hospital Miguel Servet de Zaragoza, con pronóstico grave. La primera mitad de ese decenio, del 2003 al 2007, concentra dos tercios de los óbitos, un total de 823. A partir de ese año comenzaron las reformas legales que fueron endurecieron la persecución de los delincuentes viarios y conllevaron una drástica reducción de la mortalidad.