Algunos medios de comunicación nacionales han entrado ya en el tema de las cabezas morunas (o subsaharianas) que adornan la cruz de Iñigo Arista en el escudo de Aragón. O sea, que el asunto ha transcendido. Con lo complicado que es colar en el gran circuito informativo alguna noticia sobre la Expo u otros negocios que interesan a Aragón... y ahora, mira.

Como paso de participar en la polémica (en eso coincido con el PP), no abundaré sobre lo absurdo que sería revisar toda la iconografía e imaginería española para espurgarle las xenofobias y las inconveniencias retrospectivas (igual había que dejar fuera de circulación las obras de Goya sobre la Guerra de la Independencia, no fueran a molestarse los franceses), ni tampoco preguntaré en qué forma beneficiaría ese retoque en el escudo a los miles de magrebíes que padecen hoy en Aragón su condición de inmigrantes. Lo que sí me interesa es llamar la atención sobre el hecho de que al poner sobre la mesa la cuestión de las cabezas sarracenas, Marcelino y su Gobierno han conseguido dejar en segundo plano no sólo el Simposio del agua que les citaba yo ayer, sino los debates sobre los Presupuestos Generales, sobre la tormentosa evolución del urbanismo zaragozano, sobre las inquietantes grietas que le han salido a Aramón en sus desdichadas obras junto a Formigal (grietas que no dejan de extenderse), sobre los objetivos políticos de la futura reforma del Estatuto, sobre la hipertrofia de las empresas públicas dependientes de la DGA, sobre los seiscientos despidos que amenazan a la plantilla de Opel, sobre las medidas efectivas para integrar (de verdad verdadera) a los inmigrantes, musulmanes o no... En fin, esas bagatelas que sí determinan nuestra vida y nuestro futuro.

Este lío es un chollo para el prudentísimo Gobierno regional. Quitar o poner cabezas en los cuarteles de un escudo es llamativo segun parece, permite fardar de corrección política y modernez y además... ¡sale baratísimo!