Mayo pone fin a dos meses de interminables campañas electorales. Dos meses de promesas que han llegado por tierra, mar y aire. Dos meses en los que los partidos políticos han repetido hasta la saciedad qué soluciones ofrecen a los ciudadanos en su día a día. Un ejercicio, sin duda, saludable, pero cuyos frutos dependerán de cómo gestionen las formaciones políticas más votadas ese caudal de confianza depositado ayer.

Además, los logros de la nueva legislatura estarán muy vinculados a los recursos de que disponga cada Administración para llevar a buen término los proyectos de futuro, un asunto en el que los ganadores tendrán que ponerse a trabajar a partir de ya.

El PSOE de Pedro Sánchez, ha adelantado que una de sus prioridades para los próximos años será alcanzar un nuevo pacto para financiar las administraciones autonómicas y locales. Y ese será precisamente uno de los nudos gordianos que condicionarán la capacidad de Aragón para afrontar los retos que le esperan. La despoblación y el envejecimiento han de ponerse en valor en la futura norma para financiar la comunidad. Quien pilote el Pignatelli en las próximas semanas tendrá que tener bien claro que Aragón se juega buena parte de sus bazas en esa partida.

Más gasto

Algunos ejemplos así lo evidencian. El número de pensionistas aragoneses superó los 303.000 a finales del pasado año y cada uno de ellos percibe más de mil euros de media. Bien es cierto que esta pata del sistema publico de protección depende económicamente de las arcas del Estado, pero también es un de perogrullo que cada vez se vive más años (afortunadamente) y que eso también implica un mayor gasto en sanidad, competencia que está transferida a las comunidades autónomas, al igual que la educación. Inversiones hospitalarias, nóminas, residencias de la tercera edad y fondos destinados a dependencia son solo algunos de los capítulos que deberán dotarse debidamente. Eso, por no hablar de todo el entramado educativo (competencia también transferida) que ha de erigirse en el motor de Aragón si quiere situarse en vanguardia de las economías regionales.

Fracasar en la negociación de la financiación o no lograr unos objetivos mínimos sería adentrarse en un complejo escenario, en el que las inversiones productivas quedarían relegadas a un segundo plano. Infraestructuras de todo tipo, innovación, formación e investigación son solo algunas de las partidas que tienen que estar en el horizonte del nuevo Ejecutivo autonómico y de los ayuntamientos si no quieren ver limitadas sus posibilidades de desarrollo. Se trata de subirse al tren de futuro o quedarse esperando en la parada al siguiente convoy, que nadie sabe cuándo llegará. La financiación autonómica y local será, por tanto, uno de los grandes caballos de batalla de la legislatura que está a punto de comenzar.

Y todo ello se precipita en un escenario en el que todo cambia: la transición energética, la electrificación del automóvil, cambios en el mercado laboral, la irrupción de las nuevas tecnologías, pero también la automatización de los procesos productivos.

Aragón ya está viviendo un cambio de paradigma industrial. Los robots irrumpen como uno de los quebraderos de cabeza del mercado laboral, ya que los expertos vaticinan una importante pérdida de empleo en la agroindustria, la fabricación de coches o la logística. A pesar de ello, estos sectores, que vertebran la economía regional, requerirán de conocimiento y recursos, que no llegarán si no hacemos bien las cuentas.