El olor a gofre, chocolate y algodón de azúcar impregna la plaza del Pilar de Zaragoza a pesar de que el frío y la niebla hacen que el número de personas que pasean en busca de regalos no sea el esperado por los comerciantes. La Navidad está a la vuelta de la esquina y junto al Belén, la pista de hielo y las actividades para niños como la tirolina, los ponis ecológicos y el tobogán, la muestra navideña reúne, por noveno año consecutivo, cuarenta casetas de restauración y artesanía artística.

Por este espacio, que se inauguró el pasado 3 de diciembre, ya han pasado más de 80.000 personas. Sin embargo, la impresión de los vendedores es de que el número de ventas ha disminuido con respecto al 2015. «Estamos ingresando un poco menos que el año pasado pero confiamos en que la gente esté esperando hasta el último momento para hacer las compras», explicó Olga de la Rosa, dependienta de un puesto de jabones y ambientadores naturales. El mal tiempo de los últimos días es otra de las razones por las quela cantidad de clientes podría ser inferior. «Que haga tanto frío está influyendo mucho en los resultados. El año pasado tuvimos sol la mayoría del tiempo y eso se notó. De todas formas, habrá que esperar hasta enero para poder hacer un balance», apuntó María Berniés, una artesana que vende joyas de oro vegetal.

MÁS CARO

El precio del alquiler de las casetas es uno de los puntos que generan más controversia entre los comerciantes ya que consideran que «es muy caro» aunque «merece la pena porque estamos situados en el mejor lugar de Zaragoza durante una época clave para las compras». Este año, el precio que pagan para poder vender sus productos en pleno centro de la ciudad se ha incrementado considerablemente. «Esta vez han sido 300 euros más y la cantidad final supera los 3.000 sin IVA por los cuarenta días que estamos aquí. Es mucho dinero pero al final las cuentas salen», manifestó Berniés.

Aunque el público que se acerca a la muestra de Navidad es variado, predominan las familias con niños, sobre todo, durante las tardes y los fines de semana. Los puestos de dulces son los que más éxito tienen entre los pequeños de la casa y se repiten las escenas pidiendo permiso a sus padres para merendar churros, crepes o turrón. Sin embargo, no siempre hay suerte. «Nuestro producto se vende mejor por las tardes, cuando los niños ya han salido del colegio. Ellos lo piden, pero a veces los padres no están dispuestos a comprárselo», explicó Mercedes Sanz, dependienta de la caseta de gofres.