Más de un centenar de niños suben hoy al cerro de San Blas en Ateca para esperar la aparición de la Máscara. Al divisar las bandas rojas y amarillas de su vestimenta en la ladera del cerro, los pequeños echarán mano a los cajones de manzanas para intentar abatirla en su subida. Antiguamente, sus abuelos recibían a la Máscara en ese mismo lugar, pero no ya con fruta, sino con piedras.

Tras acompañar a la imagen del patrón por las calles del municipio, la Máscara se bendice en la ermita de San Blas y encara la subida del cerro con la única protección de un escudo que empuña para intentar alcanzar la cima.

Se trata de una tradición ancestral, declarada de Interés Turístico Regional, que junto al Cipotegato de Tarazona o la Contradanza de Cetina transmiten antiguas costumbres, que aunque ya no conservan su sentido original han soportado el paso de los años. La Máscara de San Blas en Ateca guarda también relación con las botargas o mascarones de distintos pueblos de la Alcarria y Extremadura, sin obviar su componente carnavalesco.

Los orígenes

En sus orígenes se trataba de un personaje público o chivo expiatorio sometido al escarnio de los habitantes del municipio, quienes le culpaban de los males ocurridos durante el año en la localidad.

Algo así como ocurría con los designios de los dioses en la mitología clásica. También aquí, aunque los vecinos le insultan y vilipendian, la Máscara les ofrece su protección, en este caso, con un suave golpe de la cobertera. Uno de los insultos que se le decían antiguamente era "engulema" , con el que se alude probablemente al duque de Angulema, quien al mando de los Cien Mil hijos de San Luis, abortó las libertades otorgadas en la Constitución de 1812.

Otro poso histórico que aún pervive arraigado en la fiesta es la canción del puente de Alcolea, que entona el coro de niños, una vez que la Máscara consigue encumbrar el cerro. Esta canción se refiere, según el historiador Paco Martínez, a la batalla del puente de Alcolea, librada entre realistas y liberales, que provocó la salida de España de Isabel II.

Sin embargo, a lo largo de la historia esta celebración ha contado con distintas interpretaciones. En la Segunda República, por ejemplo, fue suprimida a causa de su componente. Uno de los momentos estelares de la fiesta se produjo anoche, cuando los vecinos se reunieron alrededor de una gran hoguera que la Máscara terminó saltando, como dicta la tradición. Otro es la salida de la Máscara por las calles del pueblo, la chiquillería entonces mide su valor robándole los cascabeles de su traje.

A la Máscara se le increpa, y se le encierra en las viviendas, mientras ella se defiende con el sable y la corbetera. Son reglas del juego. Por ello, y para que la tradición perdure, el ayuntamiento ha pedido a sus vecinos que no se le pierda a la Máscara el respeto que merece.