Los masones aragoneses han pasado del «detente, aquí impera la muerte» que figura en algunos de sus templos a tratar de abrir sus puertas con el objetivo de ser más reconocidos y valorados por la sociedad. Con un número de iniciados en descenso, esta semana se ha celebrado una exposición en Zaragoza organizada por la logia Ramón y Cajal y el próximo mes de diciembre el triángulo Cierzo ofrecerá un ciclo de conferencias.

No existen cifras concretas sobre masones en la comunidad. Las diferentes logias -que se concentran en la capital- son celosas a la hora de hablar de su número de integrantes. Además se han producido escisiones con la creación de órdenes en Navarra o en La Rioja. La cifra global rondará los 200 miembros.

La logia simbólica Santiago Ramón y Cajal Nº 35 pertenece a la Gran Logia de España, que a su vez es reconocida por la Gran Logia Unida de Inglaterra de la masonería regular. Esta semana se ha mostrado en el centro cívico Universidad de Zaragoza con el objetivo de rebatir prejuicios asociados sobre todo al franquismo. B. Martín es uno de los hermanos más activos. «La masonería no se ve con la naturalidad con la que se la trata otros países democráticos», indica.

LOCAL DE BARRIO

Esta adscripción tiene su taller o templo en un pequeño local del barrio de Torrero. Aseguran que no han tenido problemas con los vecinos. En el buzón su actividad figura como asociación cultural. Para acceder a la francmasonería se tienen que superar varias reuniones personales en la que los miembros activos valoran a los «profanos», es decir, a las personas que no han sido iniciadas. «El ritual marca lo que tienen que aprender, pero el interesado también nos aporta mucho», explican. Destacan que su organización busca «el amor fraternal». La gran logia española no admite a mujeres entre sus miembros, algo que ha sido superado por otras de orientaciones más liberales.

En el día a día los masones de la ciudad se reúnen al menos una vez al mes. La ceremonia está pactada y tiene grandes connotaciones simbólicas. Visten con trajes negros y corbatas negras. «Todos somo iguales», explica E. Soriano, otro de los miembros. Aparecen en escena los mandiles, los compases y los distintos ornamentos. «Simbólicamente buscamos evocar a los antiguos constructores de las catedrales», explica el maestro de ceremonias y vicecanciller del Supremo Consejo del 33º y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España (es el cuerpo masónico español más antiguo y lleva trabajando ininterrumpidamente desde su fundación el 4 de Julio de 1811).

Cada una de las logias tiene su propia forma de interpretar las ceremonias, pero en el fondo culminan con un «trabajo» en el que se analizan aspectos de actualidad o de la sociedad. «Cuando uno se va a su casa regresa perfeccionado», indican.

El triángulo Cierzo lleva pocos años funcionando en la ciudad. Su objetivo es constituirse en logia lo antes posible. Por el momento realizan los rituales simbólicos en el propio hogar de sus miembros. No están adscritos a la corriente regular y se vinculan a la Gran Oriente de Francia, a la que pertenecía Mozart, más liberal en sus postulados. En su caso no es obligatorio creer en un Gran Arquitecto para pertenecer a la misma. Y permiten la presencia de mujeres con naturalidad, algo que no sucede en otras corrientes. Eduardo, su responsable, explica que en sus reuniones suelen «abordar asuntos de interés social, como puedan ser la eutanasia o el aborto».

"MEJORA PERSONAL"

Eduardo vive la masonería con menos solemnidad y como una forma de «mejora personal». Por eso alerta sobre los colectivos que se dejan llevar por la parafernalia sin prestar atención a lo esencial. «Esta orden saca lo mejor y lo peor de las personas», indica. Por eso lamenta que en muchas ocasiones los egos se impongan sobre las responsabilidades.

El perfil de sus miembros es ligeramente más joven que en otras adscripciones. «Lo que se hace en las logias es fomentar el libre pensamiento y ponerlo todo en duda, por eso siempre han sido perseguidas por los regímenes totalitarios», asegura. En su caso, su interés por la francmasonería llegó por la influencia de un profesor de Historia del Arte. «Me interesó mucho pertenecer a un colectivo que se juntaban a debatir en medio de un gran contenido simbólico», expresa. Algo similar a lo que ha sucedido con los últimos jóvenes que se han sometido al ritual de iniciación.

El templo masónico permite contextualizar los ritos en su lugar. «Las celebraciones son como los arroces, existe una receta pero se pueden preparar de muchas formas diferentes», indica Eduardo. El elemento común es la construcción. El rito más significativo es el de la iniciación. Pero también existen pautas para el debate o las celebraciones. La sede de la logia Ramón y Cajal está presidida por las siglas A. M. G. D. G. A. U. , esto es «A mayor gloria del gran arquitecto del universo». La escuadra y el compás son ubicuos. Pero también aparecen mazos, calaveras o cuerdas. «El trabajo en la logia, o tenidas, nos permiten alcanzar una perfección ética y moral con la que buscamos irradiar al resto de la sociedad», concluye Martín.