Cada vez que alguna entidad dedicada a los estudios económicos y sociales saca uno de esos ránkings de calidad de vida en provin

cias y comunidades, ahí me tienen mirándolo y remirándolo por ver cómo nos deja a los aragoneses. Y una vez tras otra, el resultado es el mismo: no estamos ni en los mejores ni en los peores puestos; ni ricos ni pobres, ni buenos ni malos, ni listos ni tontos, ni ambiciosos ni vagos.

El último de estos análisis lo han firmado los servicios de estudios de La Caixa. Es muy similar a los anteriores y nos deja en ese lugar intermedio que les decía; una especie de no estar que te evita ser objeto de la curiosidad ajena, la cual sólo se fija en los que están por arriba y por abajo en las listas de éxitos e ignora a los de las medianías.

Pero, bueno, ya saben ustedes que últimamente yo reivindico el buen rollo de los equipos situados en los lugares cómodos de la tabla, donde ni se lucha sin perdón por ganar la Liga ni se sufre en cada momento ante la eventualidad de un descenso a Segunda. En el medio uno disfruta de lo mejor sin mayores agobios.

Según los analistas de La Caixa, en Aragón cada vez gozamos de mejor salud y nos hacemos más viejos. ¡Claro, hombre!, ¡porque vivimos de coña! Una renta acomodada, tranquilidad suficiente, unos servicios sanitarios de primera (aquí tal vez haya pocos creadores artísticos, pero los médicos son de los más virgueros de España), baja tasa de paro, niveles de educación promedio... O sea, lo suficiente para vivir sin estrés. Para qué más.

Y siendo verdad que navarros, riojanos, vascos, catalanes (ejemplares vecinos nuestros) están mejor en lo material, también sufren otros agobios. Y aunque las comunidades costeras e insulares disfrutan de climas y entornos mejor valorados, tampoco aquí se pasa mal merced al efecto invernadero y otros fenómenos meteorológicos (por otro lado, no se entiende bien que a Teruel los evaluadores le adjudiquen siempre unas notas bajísimas en lo referente a los factores medioambientales, ¡pero si es una de las provincias más agradables y sanas de España!).

Muchos funcionarios, pocos empresarios. Ansiando la estabilidad y rechazando el riesgo. Ni frío ni calor... ¡cero grados!