"Quiero la caja", le espetó, cuchillo en mano, S. R. B., a Sonia, una empleada de la farmacia La Cruz, en la calle Manifestación, que se la encontró en la trastienda a mediodía de ayer. Esta le respondió que no, que no iba a darle el dinero. Y corrió a pedir socorro a sus dos compañeros --la dueña, Carmen, y un hijo de esta--, que estaban en el despacho del local.

Oyeron un ruido y, al salir, vieron cómo la mujer abandonaba el local y comenzaba a caminar por la acera en dirección a la avenida César Augusto. Salieron tras ella y la alcanzaron a unos metros de la puerta. Forcejearon y la redujeron. "Enséñame el bolso", le indicó Carmen para comprobar si había robado algo. S. R. B. se negó, aunque finalmente accedió. No había botín.

Minutos más tarde, una patrulla de la Policía Local, a la que Sonia había llamado mientras sus compañeros iban tras la mujer, llegaban a la zona y detenían a S. R. B., que fue entregada al Cuerpo Nacional de Policía, el cual la pondrá hoy a disposición del Juzgado de Instrucción número 4 de Zaragoza.

"No estaba bien. Parecía que se encontraba bajo los efectos de alguna sustancia", explicó Carmen, que añadió que pese a empuñar un cuchillo --era de mesa, de sierra y de unos diez centímetros de hoja-- "no parecía llevar ánimo de hacerle daño a nadie".

Las farmacias, objeto relativamente habitual de atracos en los años 80, han vuelto a sufrir asaltos con el recrudecimiento de la crisis. Sin embargo, Carmen, que sufrió varios de ellos en esa década, llevaba años sin tener que enfrentarse a una situación de este tipo. "Aquí nunca nos había pasado. Igual es que como ahora ya no está el Juzgado de Guardia aquí al lado", sugiere.