Ya está todo a punto para que el Mercado Medieval de Zaragoza abra sus puertas a las 11.00 horas de hoy. Una cita anual que en la capital aragonesa cumple dos décadas. Veinte años en los que el modelo de negocio ha cambiado mucho con respecto a los inicios, para quienes lo organizan, que han pasado de cobrar por montar un escenario de la época por encargo del ayuntamiento a pujar con las firmas especializadas que, como los artesanos o comerciantes itinerantes, ven en la capital aragonesa una «plaza importante» en España en las que hay que estar. Por la afluencia que mueve, siempre arriesgada porque, en su caso, «depende del calor, de la lluvia, del viento, de la mosca negra o de que, como el año pasado, haya un partido del Mundial». Pero sobre todo, destacan todos, «por la ubicación», excepcional siendo la plaza del Pilar, y la «tradición» en la que ya se ha convertido.

Aitor Vaño es un alicantino que ha instalado su puesto en uno de los rincones de la plaza San Bruno, es su tercer año consecutivo en la cita de Zaragoza y asegura que esta es «una de las plazas fuertes del calendario». Hay otras más grandes como Vitoria o Alcalá de Henares, o con más antigüedad, como la de Cocentaina (en Alicante precisamente), pero «este es un lugar que cuando vienes, siempre quieres repetir». Él ofrece talleres para trabajar con madera, a todos los públicos, y su mostrador, asegura, es uno de los más económicos.

Aún así, los precios, solo por estar, oscilan entre los 100 y 180 euros por puesto, y son 160 en total. Este es otro de los cambios vividos en esta modernización del modelo de mercado. La cifra se ha triplicado con respecto a hace 20 años, el espacio es más del doble. Carlos, que vende horchata valenciana apostado en su mostrador de una esquina de la calle Don Jaime I, lleva «doce años viniendo, creo», y al lado, Manuel, de Jaén, ofrece «desde la primera edición» sus tés e infusiones a las que solo el olor ya llama a pararse. Ellos han vivido esa transformación, y aseguran que «la ubicación de Zaragoza es perfecta» para este mercado. También el hecho de haber visto crecer el recinto «desde el entorno de la Seo y San Bruno que empezó hasta expandirse por la plaza del Pilar y al otro lado del Ebro». Hoy es más del doble de metros cuadrados, y claro, en más espacios, cabe más gente.

Y es que al ayuntamiento este mercado no solo le sale a coste cero, sino que desde hace años cobra por ello. Son 30.000 euros al año desde hace un lustro, y toda la programación y animación corre por cuenta del organizador, Zaragoza Eventos, cuyos responsables aseguran que «tener tres días funcionando esto puede costar unos 100.000 euros». En los inicios, el consistorio ponía la albañilería, electricistas e incluso pagaba el consumo de luz, que hoy corre por cuenta del adjudicatario. Así que al margen del componente histórico, del repaso a las tres culturas y del ambiente de convivencia, es un modelo de negocio que hay que rentabilizar en un contexto en España de máxima competitividad. Cada vez son más empresas las que pujan por organizar y cada vez más artesanos medievales que piden estar presentes. Encontrar ese equilibrio separa el éxito del fracaso.

Así que el sistema escogido para fijar las tarifas va en función de a qué se dedican esos puestos -«los de alimentación y artesanía son siempre los más caros», afirman estos comerciantes itinerantes- y dónde se ubican. En el zoco de San Lázaro, por ejemplo, sale por 140 euros, y en «la zona cara», la plaza del Pilar y San Bruno, «hasta 350». Pero Zaragoza tiene otra peculiaridad, que ser de la tierra, a los aragoneses, se les deja con «descuentos que pueden llegar al 50%».

En el lado de los comerciantes, se asume también riesgo. El de invertir lo que cuesta movilizar al personal necesario para trabajar de 11.00 a 23.00 horas tres días, trasladar todo el material y la mercancía, y que la gente, miles de visitantes, no solo paseen, sino que además compren. Esos euros por estar es una mínima parte. José Carlos sirve comida y bebida alemana en la esquina de la calle Arcedianos, junto al Arco del Deán, «desde hace seis años» y Zaragoza ya es indispensable en los «20 o 30 mercados» que marca en su calendario. «Han bajado las ventas y hay cada vez más pueblos que lo hacen, pero aquí es de las que más animación tiene. Hay que venir», asegura.