La cocina del CIS acaba de servir un suculento plato, cuyos aromas me han invitado a reflexionar sobre sus elementos y condimentos. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, una amplia mayoría de españoles se siente, a la vez, español y miembro de su comunidad autónoma. Fifty-fifty, ¿no es perfecto?

Yo creo que sí, entre otras muchas cosas porque ese fue el espíritu con que se fundamentó y fundó el Estado de las autonomías, allá por el 78. Imperfecto, ciertamente, pues Adolfo Suárez y Felipe González cometieron el error de privilegiar a unas cuantas, Cataluña, País Vasco, Andalucía, en detrimento de otras, como Aragón o ambas Castillas (paradójicamente, las únicas comunidades con el indubitable prestigio de nacionalidades históricas). Aquel mal se hizo, en fin, y la herida siguió agrandándose en los años 80 y 90 porque los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP fueron incapaces de controlar la espiral de abusos en el País Vasco y Cataluña y los constantes chantajes al Estado del PNV y CiU, dos partidos insolidarios y supremacistas.

Con eso y con todo, España ha prosperado claramente gracias a ese diseño, el del Estado autonómico, capaz de acercar las administraciones a los ciudadanos y de generar proyectos mucho más apegados al terreno que los apenas diseñados por aquellos delegados franquistas de gomina y bigotillo. Las autonomías nunca han sido perfectas, desde luego, y siempre han tenido en contra a sectores cada vez más marginales, como la extrema derecha, pero funcionan, generan, contribuyen al desarrollo territorial y, en su lealtad, a la unidad de la nación.

España, en contra de lo que venía sosteniendo (venía) Pedro Sánchez, no es una nación de naciones, pues no contiene ninguna, sino, de acuerdo a lo que los españoles de a pie acaban de responder al CIS, un Estado autonómico. Que lo mejoren, que lo empleen, que lo hagan rentable es lo que los ciudadanos están pidiendo a sus políticos. No, de momento, que se transforme el Estado y la Constitución en una república federal sin contar con un mínimo estudio y un máximo candidato a presidirla, siendo ese un camino a más largo plazo y desde luego al margen de los republicanos catalanes, o catalibanes.

El Estado de las autonomías es plato de gusto de los españoles. No cambiemos de menú.