María Otero se frotaba las manos mientras hablaba con Ralf Loza en la pared que comparten sus puestos del mercadillo navideño de Zaragoza, que este año se ha trasladado a la calle Moret. «Hace frío, pero esta tarde aún hará más», bromeaba ella, que vende ropa infantil hecha a mano, apenas dos horas después de que se inaugurara la muestra y cuando todavía eran pocos los que se acercaban hasta el lugar. Las expectativas son muchas y las ganas todavía más porque la mayoría de los vendedores llevan desde las pasadas navidades sin montar sus casetas y sin vender.

«La ubicación no es la mejor, pero es temporal», comentaban ambos emocionados porque ya habían recibido clientes de otros años que habían acudido directamente a su puesto. «Han venido a buscar uno de los sacos térmicos que vendo, solo por eso», presumía Ralf, Natu Relax.

Este año han montado 36 casetas en las que se pueden adquirir productos agroalimentarios y de artesanía. Todas lucen un cartel con el mensaje de «aforo 2 personas». El acceso está limitado ya que aunque estén al aire libre deben cumplir con un aforo máximo de personas. También tienen horario y abrirán de 11.00 a 14.00 horas y de 17.00 a 21.00 horas. «Es lo que hay, las circunstancias sanitarias nos obligan a adaptarnos», decía Rosa Blanco, del puesto de Miel de Oz. «La gente viene con ganas de comprar. Estamos al aire libre y eso les anima», aseguraba mientras enseñaba todo su muestrario de mieles y quesos de la comarca de la jacetania.

El acceso a la muestra navideña se encuentra en la confluencia de la calle Moret con la plaza de Los Sitios. Se han diseñado dos calles, una de subida y otra de bajada (en paralelo) para evitar que los que se acerquen a comprar (y mirar) se crucen. «Hay menos mirón que otros años, nos da la sensación de que el que viene lo hace porque está interesado en algo, no como sucedía en la plaza Aragón, que la gente que pasaba por la zona aprovechaba para echar un ojo», comentaba Antonio Gutiérrez frente a su puesto de bisutería, uno de los más cotizados. «No puedo hacerme una idea de lo que va a pasar porque todo es nuevo, el lugar en el que estamos, las dinámicas de la gente, las restricciones. Todo es incertidumbre», explicaba. Vaya bien o mal, será mucho mejor que el resto de año, con cero ventas.

Mientras los comerciantes se frotaban las manos por el frío y por la caja que esperan hacer, los que se acercaban hasta allí destacaban la tranquilidad y la organización. «Tenía ganas de que lo montasen porque así puedo disfrutar de un rato de compras y al aire libre», decía Pilar Gil mientras ojeaba a lo lejos alguna futura adquisición.