El mercado medieval de Zaragoza se ha convertido en una cita inamovible para muchos. La inauguración de la feria --el viernes-- fue floja, quizá por el partido de fútbol de España contra Holanda que decepcionó a muchos. Pero ayer a las 11 de la mañana ya comenzaba a verse mucho mirón entre los puestos. Y conforme subía el sol, más todavía. Fue por la noche cuando más gente acudió, sobre todo, a los puestos de comida y bebida.

El mercado de las Tres Culturas atrae a tanto público que se ha convertido ya en la segunda fiesta de Zaragoza con más asistencia de gente, después, claro, del Pilar. Pero esto no se traduce en ventas. Los propietarios de los puestos comparten la opinión de que "acude mucha gente, miran y tocan todo, pero a la hora de la verdad, compran poco o nada".

Al otro lado del stand, los mirones fichaban los complementos de cada puesto para decidir cuál comprar mientras paseaban con sus mojitos con intención de disimular el calor. "Siempre miro varios puestos y luego me decido porque es un poco caro", decía Carmen Aso, "pero el precio es justo porque es todo artesanía".

Juan Antonio Valien esperaba con paciencia a su mujer. "Yo me paro y compro en los puestos de comida y mientras espero a mi esposa, que se para en todos los puestos con pulseras y collares y siempre pica algo". Y de repente, aparecía su mujer, Amada García, con una sonrisa. "Ves, ya habrá comprado algo", decía Valien señalando los complementos que ella lucía.

Pero no todo es consumo. En la plaza San Bruno tampoco cabía ni un alfiler. En este caso los más pequeños correteaban bajo la mirada atenta de sus padres en busca de uno de los juegos tradicionales.

Entre los empujones de la gente se hacían paso los guerreros medievales espada en mano y vigilados por la atenta mirada del águila que encandilaba a niños y mayores y que asustaba a más de uno. "Y si se suelta y nos ataca", decía un pequeño a su padres.

El mercado espera que hoy sí sea el día gordo y se despida hasta el año que viene por la puerta grande.