El Mercado Central de Zaragoza cambiará de imagen en los próximos meses. Mantendrá su condición de mercado de abastos pero se adaptará a las necesidades y exigencias de siglo XXI, convirtiéndose en un centro polifacético donde la venta de alimentos frescos y de huerta no será la única actividad que se pueda realizar.

Los mercados tradicionales están viviendo una época de cambio. Se trata de edificios antiguos, de finales del XIX, que emergieron en plena revolución industrial. Algunos no están adaptados a la normativa actual, muy exigente en cuanto a sistemas de refrigeración, planes de evacuación o sanitarios. Otros requieren de una adecuación de su estructura y otros, simplemente necesitan repensar el modelo de mercado.

El director de proyectos de arquitectura e ingeniería en Baika --empresa encargada, junto a Ingennus, de redactar el plan director del Mercado Central en Zaragoza-- Sergio Martínez, explica que los modos de consumo han evolucionado y los mercados tradicionales tienen que adaptarse a las nuevas exigencias. "Las cosas han cambiado. La gente tiene menos tiempo para comprar. Si le ofreces una zona de productos frescos, otra de supermercado y otra de ocio, consigues crear una sinergia perfecta para atraer más público".

Barcelona ha sido pionera en la rehabilitación de sus mercados y en aplicar estas tres claves del éxito. Los mercados de Santa Caterina o del Ninot han dividido sus instalaciones en tres áreas: mercado de abastos, supermercado y aparcamiento. También se ha hecho en el de Vitoria. Tras su reforma, en el 2015, se transformó completamente su imagen con una estructura de vidrio que lo recubre. El establecimiento dividió su espacio en temáticas en las que se incluyeron ocho gastrobares en la zona en la que se encontraba el antiguo lavadero. Con el cambio las visitas se han multiplicado por tres.

Martínez explica que uno de los principales problemas de los mercados en su horario, muy limitado y normalmente solo de mañana. En el de la Ribera de Bilbao, además de reconstruir por completo el edificio, introdujeron una zona de hostelería y eventos en las zonas comunes con bares o cafés-teatro.

"Así se consigue dar un uso complementario, atraer un público más variado y que esté abierto durante más horas, no solo las de compra", comenta. En este caso la inversión fue muy elevada ya que se trata del mercado más grande de Europa, con 9.400 metros cuadrados, que se encuentra situado en la ribera y que ha sufrido más de una inundación.

Valencia también es referente. Agrupa alrededor de 300 comerciantes que ocupan 1.219 puestos y se ha convertido en un atractivo turístico. Su edificio, con un gran valor histórico, es un patrimonio muy importante para la ciudad. En su reforma se evitó tocar la estructura para no perder su esencia. En realidad, los cambios se basaron en una redistribución de sus 8.160 metros cuadrados y la inclusión de nuevos usos donde triunfan los eventos teatrales. Esta es la idea que se pretende aplicar con la remodelación del Mercado Central de Zaragoza.

El director de proyectos de arquitectura e ingeniería explica que rara es la vez en la que la rehabilitación de un mercado conlleva un cambio radical de usos. Sucedió con el de San Miguel de Madrid, que pasó de ser un mercado de abastos tradicional a convertirse en un espacio únicamente groumet y de ocio. "Esto no es lo habitual", precisa Martínez. "La gente está acostumbrada al mercado de su barrio, es una seña de identidad que genera convivencia y no es normal que se cambie de forma radical su función", precisa.