Jaime Álvaro Fuenzalida, un chileno de 54 años, compareció ayer ante el tribunal del jurado en Zaragoza acusado de estrangular a su hermana con un trozo de cuerda del tendedero de su domicilio de la plaza de Roma, el 8 de junio del 2012. Pero el procesado, que se enfrenta a 18 años de cárcel por asesinato, aseguró que se llevaba bien con su hermana y que no es cierto que discutiera con ella por asuntos de dinero.

"A mi hermana nunca lo toqué ni un pelo ni nada", manifestó Fuenzalida, para quien su letrada, Carmen Sánchez Herrero, solicita la absolución o, subsidiariamente, que se le condene a 10 años por homicidio. Además, dijo que para él la víctima era como su "segunda madre", que cuatro personas tenían llaves del piso (una de ellas de un peón de su cuñado) y que por aquellas fechas había mantenido una discusión con un sobrino.

La abogada esgrimió el hecho de que la primera de las dos autopsias practicadas a la víctima, Ana Delia, arrojó como resultado que había fallecido "de muerte natural", un shock cardiogénico, quizá relacionado "con sus problemas de alcohol".

Sin embargo, la fiscal señaló que la segunda necropsia determinó que la causa de la muerte era "la asfixia causada por el estrangulamiento y la sofocación". El hermano, argumentó el ministerio público, abordó por detrás a la mujer, cuando estaba sentada, y le apretó en el cuello con la cuerda del tendedero. Y luego, al cabo de unas horas, él mismo llamó a los servicios de emergencia, según la fiscal.

La defensa incidió también en que Fuenzalida no tuvo tiempo material de matar a su hermana, ya que el día de los hechos, en torno a la hora en que estos se produjeron, su cliente había se hallaba visitando a una hermana que estaba recibiendo quimioterapia en la clínica Quirón de La Floresta. "Las horas no coinciden y 45 minutos no dan para conducir hasta la casa, subir al piso y matarla", dijo.

La fiscal apuntó que había pruebas de que Ana Delia "fue asesinada" poco antes de la una del mediodía. El acusado, indicó, abandonó el domicilio a las 13.15, llegó de nuevo a la clínica sobre las 13.30, y explicó a la enferma, a la que llevó comida, que su hermana se sentía mal y no podía ir a verla, "para que no le extrañara su ausencia".

La detención de Fuenzalida no se produjo hasta que se supo el resultado de la segunda autopsia y él, subrayó la fiscal, "no quiso declarar ni ante la Policía ni ante el juez". "Hasta el mes de febrero no dio su versión", destacó, y manifestó que el hecho de que sus manos y su boca estuvieran manchadas de sangre cuando llegó el servicio de emergencias era un mero montaje "para dar apariencia de que la había intentado reanimar".