Cuatro horas fue el tiempo que Bibiana y Jaxon Andrés -su jefe en el bar en el que ella trabajaba de camarera-permanecieron retenidos en contra de su voluntad en el interior de un establecimiento hostelero del zaragozano barrio de La Almozara. El autor del mismo, César Ambrosio G. S., un militar que por entonces era pareja de la joven admitió dicho secuestro, si bien aseguró que se produjo cuando estaba bajo una importante influencia de bebidas alcohólicas. También intentó justificar su acción con un arrebato de celos tras ver, según él, en una «actitud amorosa» a sus dos víctimas. Ocurrió en mayo del 2016.

Un reconocimiento que no pudo evitar. Y es que el hecho de que la Policía le detuviera con los móviles de las víctimas en el bolsillo es una prueba irrefutable en su contra. Por ello, lo admitió, si bien su defensa, el abogado José Luis Melguizo, presentó como atenuante el consumo de una gran cantidad de aguardiente que, si lo acepta la Audiencia de Zaragoza, su condena de prisión sería de tan solo dos años, frente a los 16 años que solicitó la Fiscalía por un abanico de delitos (amenazas, lesiones, injurias y daños) que van más allá de la detención ilegal que reconoció César Ambrosio G. S.

A lo largo de su interrogatorio, César Ambrosio G. S. presentó ciertas lagunas. Una de ellas con respecto a las lesiones sangrantes que sufrió Jaxon Andrés en una de sus manos. Aunque la víctima aseguró que esta lesión se produjo al repeler una agresión con una botella de cristal. César Ambrosio G. S. dijo no recordar al tiempo que señaló que le intentó auxiliar. «Cuando ví que tenía el corte, le quité la camisa a él y se la puse en la mano para evitar que se desangrara», apuntó. Una agresión que tiene múltiples versiones, ya que uno de los testigos, amigo del acusado, destacó que fue a ver a Jaxon Andrés al hospital y que este le dijo: «Todo ocurrió cuando me fui a separarles porque se estaban peleando, César Ambrosio me empujó y caí al suelo sobre una botella que me hizo el corte». Por ello, la defensa propuso un delito leve de lesiones, penado con una multa. La ahora expareja del encausado, Bibiana, describió lo vivido como una pesadilla, ya que creía que no les iba a dejar salir porque estaba agresivo, bebido y porque les advertía que les iba a matar a los dos. Rechazó que se produjera por un acercamiento sentimental con el que fuera su jefe.

Fue durante una declaración a la que en un principio se negó a realizar, si bien la Fiscalía lo exigió ante los magistrados. Alegó que, aunque ahora ya no ejerza de acusación, el Supremo ha señalado en varias sentencias que «si una víctima ejerce de acusación hasta el final de la instrucción debe ser oída durante el juicio». Finalmente tuvo que hacerlo bajo advertencia de incurrir en un delito de falso testimonio. Había cobrado la indemnización.