El nuevo sondeo de GESOP para El Periódico ha supuesto un cambio radical frente a las últimas tendencias demoscópicas. De golpe y porrazo, como consecuencia directa del golpe de la moción de censura y del porrazo a Mariano Rajoy, el PSOE de Pedro Sánchez se ha colocado ganador, dando en teoría, la del papel estadístico, un salto de treinta diputados. Por contra, el PP pasaría de sus 137 escaños obtenidos en las últimas elecciones generales de junio del16 a una raquítica horquilla entre 79-83 diputados, lejos de opciones claras de gobierno, ni siquiera con el apoyo de Ciudadanos.

¿Y esto por qué?, se preguntan muchos, en especial quienes no creen en las encuestas.

Tengo la sospecha de que, fundamentalmente, la respuesta correcta tiene que ver con el poder. El español lo venera, al tiempo que desprecia su falta. Nuestro paisano es tradicionalmente respetuoso con las instituciones, con la cabeza de mando y con el manto de ese poder político que en los últimos tiempos es el único, gracias a la manipulación sistemática de los medios públicos, en reconocerse masivamente, pintando poco y cada vez menos el Ejército, la Iglesia o los fácticos, con excepción de un par de bancos y el presidente del Real Madrid.

Sánchez, de pronto, gracias al aura del poder, a su varita mágica, ha pasado de ser un fracaso, un bluf, a un mesiánico renacido, a un resucitado reformador y al político más sexi del mundo. Ya nadie, apenas unos días después de la moción, lo ve como a un dirigente de segunda fila. Si no comete errores como el de Maxim Huerta, puede asentarse de la misma manera que sus antecesores repitieron victorias una vez instalados en La Moncloa.

Rajoy, recordemos, se ha retirado imbatido. Pero es que a Felipe González no lo derrotó José María Aznar, sino la corrupción.A Aznar no lo derrotó Zapatero, sino sus mentiras sobre el atentado de Atocha.

A Zapatero no lo derrotó Rajoy, sino la crisis económica.

Y a Rajoy no lo ha derrotado Sánchez, sino la corrupción.

De la mencionada encuesta destaca que todo cambia entre los cuatro grandes, pero que todo permanece entre los pequeños. Esos veinte o treinta escaños de independentistas vascos y catalanes seguirán tejiendo o deshaciendo mayorías. Un poder que no fluctúa. Inquietante.