Si «nueva normalidad» se refiere a un tiempo en el que tenemos que mantener medidas excepcionales para protegernos de un virus que no controlamos, en las residencias estas medidas tienen que ser más intensas, porque son lugares de riesgo por la edad de sus usuarios, la fragilidad de su salud y por vivir en un espacio colectivo. Además, los cuidados que necesitan requieren contacto físico para movilizar, asear, vestir... Por eso, el desconfinamiento en las residencias va a ser un proceso largo y complicado.

Ya se contemplan pequeños pasos para recuperar la vida de los centros. Pero el reto es recuperar las visitas y la relación con los familiares. Se habla de medidas muy exigentes para evitar que el virus vuelva a entrar en el centro; quizás la más drástica sea impedir el contacto físico y las salidas con los familiares. Es posible que sea inevitable, pero habrá que pensar en sus demoledores efectos sobre el estado de ánimo y la salud de los mayores. Les estamos privando de lo que más necesitan: el contacto familiar y las relaciones sociales. También de pena pueden fallecer las personas mayores, si se mantiene mucho tiempo esta «nueva normalidad».

Pero si con «nueva normalidad» hablamos del futuro de la sociedad, me niego a imaginar que esté condicionado por el miedo a una pandemia. No es la primera ni será la última que sufra la humanidad. Sabemos que habrá cambios importantes; siempre ha sido así, a lo largo de la historia. En el caso de las residencias, se habla de «un nuevo modelo», pero nadie precisa cómo debe ser. Yo sigo apostando por centros de carácter hogareño, donde las personas mayores no sean infantilizadas ni privadas de su capacidad de decisión, en aras a tenerlos protegidos. Proteger no autoriza a controlar sus decisiones por parte de expertos en salud o en cuidados. Las medidas excepcionales en una pandemia no pueden ser el futuro de los centros residenciales. Como tampoco pueden serlo de la sociedad.

Ninguna «nueva normalidad» puede concebir las residencias de mayores como lugares de reclusión, institucionalizados. Hay que ofrecerles lugares no solo para vivir, sino también para convivir y para disfrutar de su vida personal, familiar y social.

*Coordinador de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales de Aragón.