El modelo de gestión público-privada del Parque del Agua ha permitido que el gasto de mantenimiento por parte del ayuntamiento sea bajo. Las arcas municipales aportan 1,9 millones de euros anuales, muy por debajo de los 10,4 que invierte, por ejemplo, el consistorio de la capital de España en el Madrid Río (122 hectáreas). Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas para las empresas que son o han sido concesionarias. Tras la construcción del parque, en el 2008, la crisis golpeó a quienes decidieron invertir en este espacio, pulverizó las expectativas que se hicieron antes de que llegara y, en consecuencia, algunas no pudieron aguantar. Fue el caso de la primera concesionaria del centro termal, una propuesta que esperaba, según las estimaciones hechas en el 2006, unos 60.000 visitantes anuales. No fue el caso y, después de varios problemas alargados en el tiempo, pasó a manos de la actual concesionaria.

Otra caso que resultó inviable fue el del canal de aguas bravas, un espacio que también erró en los cálculos (o les hicieron errar) acerca de las personas que utilizarían sus instalaciones. Posteriormente, se encontraron filtraciones que había que arreglar. La actual concesionaria mantiene el pulso y se espera que reabra una vez solventadas las deficiencias. «La gente, lo primero que se quita es el ocio, que son los negocios que hay en el parque», ilustra el gerente de Desarrollo Expo, Alberto Ipas. Han llegado nuevas empresas, como los campos de fútbol, que conviven con las que llevan desde el principio, como el campo de golf, el Teatro Arbolé o el restaurante Bocados.