Los termómetros de Zaragoza llegan a marcar hasta seis grados de diferencia a la misma hora según la zona en donde estén situados. Una oscilación que se produce entre el centro y los barrios periféricos, pero también entre la zona oriental, más cálida, y la occidental, en general más fresca.

Zaragoza es una isla urbana de calor y de sequedad, pero, según los expertos, existen remedios para combatir tanto la canícula como el frío invernal. Herramientas que "pueden minimizar las alteraciones del clima y repercutir en el aire, el confort climático y hasta en la salud de los habitantes".

"Está demostrada la existencia de un buen número de factores que influyen en el clima de Zaragoza. La densidad de construcción, la reflectividad de los materiales, la topografía, zonas verdes y el viento son los más importantes", se asegura en un trabajo elaborado por la universidad para Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza, y que este departamento ha enviado a Urbanismo.

Estos datos han servido de base para crear el mapa térmico de la ciudad, que puede consultarse en la web municipal.

Concentración del calor

Como en toda gran ciudad, el calor se concentra en el centro urbano. Según este estudio municipal, las causas son las combustiones urbanas provocadas por la circulación o calefacción, el almacenamiento solar de los materiales de construcción, la disminución de la evaporación por el asfaltado y la reducción de la velocidad del viento a causa de los edificios.

Los valores máximos se localizan en el centro y la margen derecha del Ebro. Y van disminuyendo gradualmente si nos alejamos hacia la periferia, siendo más rápido el descenso hacia el Suroeste, Sur y Norte.

Por otro lado, más caluroso es por ejemplo Santa Isabel, la huerta de Las Fuentes y la carretera Castellón que Juslibol, La Almozara, montes de Torrero o el entorno de Montecanal y Valdespartera.

También es importante la humedad relativa del aire. Zaragoza es una isla de sequedad, de hecho en las áreas rurales inmediatas es un 20 o 25% superior. Al igual que es mayor en las zonas arboladas, parques y huertas. Y a esto se sumarían las consecuencias del cierzo, "que mueve las temperaturas máximas hacia el Este", y el bochorno, "que empuja la isla térmica al Oeste y Centro".

"A diferencia de la contaminación, donde puntualmente la capital aragonesa ha mostrado preocupación, todo lo relativo al clima urbano sigue considerándose como una variable ya dada sobre la que el hombre rara vez puede influir", se afirma en el informe .

Así, en sus conclusiones se aconseja que en la planificación urbanística de la ciudad debería de tenerse en cuenta, por ejemplo, la vegetación y las características de los materiales de la construcción. "Los espacios verdes, por su humedad, generan un clima y una sensación de bienestar que unida a los beneficios producidos por su regeneración atmosférica y por ser lugar de recreo, los convierte en elementos esenciales de la estructura urbana", se asegura.

El impacto urbano es por todo ello importante. Más aún cuando esta isla de calor "anula el ligero refresco de las noches estivales que podemos encontrar en la periferia y en parques y jardines".