El conocido monasterio de Santa María de Jerusalén, entre el hospital Miguel Servet y el estadio de La Romareda, en Zaragoza, quedará vacío en una fecha sin determinar. La decisión ya está tomada y no tiene vuelta atrás, de forma que la marcha de las monjas, cinco en total, dejará libre y sin uso un espacio de más de dos hectáreas al final del paseo Isabel la católica.

"Nos vamos pero no sabemos quién lo va a ocupar", manifestó ayer la hermana Asunción, abadesa de la pequeña comunidad de franciscanas clarisas, una congregación que se instaló en el monasterio en 1947, si bien su presencia en la Archidiócesis de Zaragoza data de 1484.

El edificio monástico, junto con la huerta que casi lo circundan por completo, es propiedad de la orden, que será la que en última instancia decida qué se hará con un solar que, por su ubicación y extensión, resulta muy atractivo para el mercado inmobiliario.

Con todo, aunque la marcha de las religiosas está decidida desde una fecha reciente, no se sabe cuándo se producirá. "No se puede dejar el monasterio así como así", subrayó la abadesa. "Las autoridades eclesiásticas, desde el Arzobispado de Zaragoza hasta el Vaticano, intervienen en un proceso que es siempre largo", aseguró.

INCÓGNITA

La cuestión es que, a día de hoy, las monjas todavía no saben hasta cuándo estarán en el monasterio de Santa María de Jerusalén.

Otro asunto es qué pasará con las instalaciones, que incluyen una iglesia, una vez que no estén ocupadas. La hermana Asunción considera que pueden pasar años hasta que se les dé una nueva función.

La intención de la congregación de las hermanas franciscanas clarisas, que es de carácter contemplativo, es que el monasterio no se quede totalmente vacío una vez que se marche la última religiosa. Existe miedo a que dé una imagen de desamparo y abandono y se convierta en un foco de atracción de okupas e indigentes.

Por eso es muy posible que, mientras nadie se haga cargo del edificio, un grupo de personas siga utilizándolo todavía para ir a dormir. Las hermanas que lo habitan en la actualidad son todas de una edad muy avanzada y muy pocas en número, dos circunstancias que han influido en la congregación a la hora de tomar la decisión de dejar el monasterio del número 10 del paseo Isabel la Católica.

En cuanto a las religiosas, ya se sabe que se mudarán, dentro de Zaragoza, al monasterio de Santa Catalina, de su misma orden, y que se encuentra junto a la calle San Miguel.

VALOR ARQUITECTÓNICO

El camino para el cambio de uso del recinto monástico no parece muy complicado. En principio, el complejo no posee un valor arquitectónico notable, dado que fue construido en los años 40 del pasado siglo.

Su espaciosa huerta, que hasta hace poco cultivaban las propias hermanas, está en una zona de gran concentración inmobiliaria donde se podrían elevar hasta 13 alturas. Ahora ese terreno es casi una anomalía en medio de la capital aragonesa, donde numerosas congregaciones y colegios religiosos se han trasladado estas últimas décadas a las afueras de la ciudad como consecuencia del crecimiento urbanístico en torno al casco antiguo y los ensanches de principios del siglo XX. Ese fue el caso, por ejemplo, del centro de los jesuitas situado entre Damas y Sagasta, que desde los años 80 alberga Ibercaja.