Hay una pregunta en el aire: ¿cuánto se le luce al PSOE su control (solo o en compañía de otros) de las instituciones aragonesas? Y las posibles respuestas vienen cargadas de dudas. Será por la falta de dinero, será por la falta de estrategias, será por la debilidad ideológica que aqueja al centro-izquierda... Sea por lo que sea, ni el Ayuntamiento de Zaragoza es capaz de montar un plan de choque que satisfaga a los votantes progresistas y mantenga la ciudad a flote mientras llegan los fastos del 2008, ni en las otras capitales aragonesas se nota tampoco un impulso que emocione particularmente al personal. En cuanto a la DGA, tras cuatro años de aguantar templando gaitas, ganando puntos contra el PHN y esperando la llegada de la legislatura triunfal (que precisamente iba a ser ésta de ahora), nada hace pensar que estemos en vísperas de grandes acontecimientos. Por el contrario, las próximas semanas se anuncian complicadas e incluso tormentosas para el tándem Iglesias&Bandrés.

Es obvio que los principales municipios aragoneses arrastran tremendos déficits y que el gobierno regional carece de un sistema de financiación satisfactorio. Pero si no hay dinero sí debiera haber prioridades; unas prioridades que diesen ambiente progre e innovador a la gestión de los socialistas, tanto en versión PSOE-PAR como en versión PSOE-CHA.

Sin embargo, el empeño que hay en la DGA de reducir gastos en educación, sanidad y servicios sociales (Bandrés dixit) no sólo es ilógico y se contradice con las ofertas programáticas que estos días hace Zapatero, sino que amenaza con provocar serios conflictos con enseñantes, padres de alumnos, profesionales del Salud, discapacitados y gentes varias. Tal vez alguno de dichos colectivos se pase de rosca, pero la mayoría seguro tienen buenos motivos para quejarse. Y yo me pregunto: ¿se estarán dando cuenta en el Pignatelli (y en el PSOE) de lo feas que se pueden poner las cosas?