Todo barrio que se precie ha de tener una mercería, pero Confecciones Mody no es solo eso. «Tenemos pantalones, abrigos, chalecos... Todo producto nacional», cuenta su dueña Pilar Anguita. Lleva desde el 2006 al frente del negocio junto a su marido, cuyo padre llego a tener cinco tiendas en toda Zaragoza. «Ahora solo queda esta», dice Anguita, testigo en primera persona de cómo ha ido desapareciendo el pequeño comercio textil.

«La gente joven prefiere comprarse 40 zarrios baratos pero que duran dos días que gastarse más dinero en una cosa que les vaya a durar más tiempo. Y eso es lo que nosotros vendemos», explica la dependienta. Sus clientes suelen ser personas «de mediana edad hacia arriba». «Muchos son fijos, y gracias a ellos aguantamos», añade. Por supuesto, se conoce el nombre de muchos. En fechas señaladas, como Navidad, sí que admite que los jóvenes se dejan ver más por su local. «Para comprar un pijama o cosas así -ríe-. Pero la cosa ya no es lo que era. Antes las rebajas eran rebajas. Había fila en la puerta para entrar. Ahora nada», rememora.

Pilar Anguita confía en poder jubilarse detrás de su mostrador, aunque no tanto en que sus hijos le cojan el relevo. «Mi hijo estuvo un tiempo con nosotros, pero ahora está en otro sector donde se gana más dinero», concluye. Su tienda es un ejemplo más de cómo las grandes superficies han perjudicado al pequeño comercio.