Hubo una larga época en la que las iglesias y monasterios de Aragón estuvieron abandonados a su suerte. Corrían los años 60 y 70 del pasado siglo, la gente se marchaba de los pueblos, los edificios se caían a trozos y bastaba una patada o una simple llave de hierro para entrar en una ermita perdida en el monte. De esa incuria inocente supo aprovecharse muy bien Erik el Belga, René van der Berghe, que ayer falleció a los 80 años en el hospital Clínico de Málaga.

Ladrón, falsificador o traficante de arte. Cualquiera de esas palabras sirve para definirle a nivel global, pues ejerció su oficio en todo el mundo y, con especial dedicación, en España y en el Aragón rural, donde pasó a la historia regional por ser el autor de la sustracción del famoso tapiz de Roda de Isábena en diciembre de 1979. Un lienzo que sería recuperado 36 años más tarde, en un museo de Estados Unidos.

No actuó solo, sino a la cabeza de una banda de ladrones que se dio a la fuga en un coche, de madrugada. Erik el Belga se las compuso para que la obra, del siglo XVI y denominada La virgen y el niño, fuera a parar a un marchante alemán que le pagó 35.000 dólares de entonces.

El tapiz debió de dar muchas vueltas hasta aterrizar en Estados Unidos, donde lo recuperó la Guardia Civil tras una compleja investigación que culminó en el 2015. Pero no fue el único objeto de valioso de arte religioso que desapareció del monasterio de Roda. También se le atribuyó el robo del trono de San Ramón, una joya en madera del románico que él dejó echa astillas.

El problema con este delincuente internacional es que, en su época de mayor actividad, se sustrajeron numerosísimas piezas de arte sacro en Aragón, desde el monasterio de Siresa a Uncastillo, pasando por la provincia de Teruel, la comunidad de un extremo a otro. Y se le culpaba de todo lo que pasaba, una tendencia que le acompañó toda su vida, ya que cada vez que volaba una pieza importante la sospecha planeaba sobre él, hasta que al entrar en años pasó a un segundo plano.

Erik el Belga, que llegó a escribir una autobiografía, posaba cínicamente como un protector del arte medieval, una especie de mecenas contemporáneo. Humor no le faltaba, como demuestra el hecho de que, en una entrevista a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN en 2012, confesó entre bromas y veras que le hubiera gustado robar la Pilarica, un golpe que «no habría sido difícil».

Lo cierto es que conocía las debilidades de patrimonio artístico aragonés en los albores de la Transición. Se dio cuenta, y así lo declaró, de que los propios curas de los pueblos vendían obras de sus iglesias para conseguir fondos con los que mantener costosos edificios que hasta entonces apenas habían recibido atención de los diferentes gobiernos.

Se entregó tanto a su especialidad delictiva que él mismo debía de pensar que actuaba por amor al arte. De hecho, se le atribuye el robo de 600 obras y se sabe que por sus manos pasó incluso un picasso de la etapa azul que vendió por una sustanciosa cantidad.

Porque la figura legendaria de Erik el Belga no se acaba de entender sin la buena relación que mantuvo con los coleccionistas de arte, los clientes que adquirían el botín de sus correrías. Al fin y al cabo, él era un intermediario entre los bajos y los alto fondos del mundo del arte.

Retirado del mundanal ruido en Málaga

Erik el Belga llevaba 35 años Málaga, estaba casado con una abogada y era habitual verle pintando junto al paseo marítimo de El Palo. Se casó varias veces, tuvo cinco hijos y se le atribuía el robo de más de seiscientas obras de arte en unos seis años, actuando, así, en 11 países, algo que él calificaba de imposible. En agosto del año 93, fue detenido en Málaga, tras más de una década en busca y captura, debido a su presunta implicación en el robo de 26 esmaltes valorados en más de 20 millones de francos del museo de Limoges (Francia).

En 1982 fue detenido en Barcelona en una operación que permitió recuperar gran cantidad de obras de arte en diversos países de Europa, entre ellas el preciado retablo de la iglesia de Betanzos (La Coruña). En esta operación, los agentes encontraron objetos de más de cuarenta robos en iglesias, ermitas y museos de cuatro comunidades distintas. Llegó a asegurar que entre mil y dos mil obras de arte están hoy en museos y colecciones privadas gracias a él. Por si fuera poco, fue monaguillo, colaboró en una legendaria escapada carcelaria de ‘El Lute’ y había elegido Málaga tras dejar atrás sus actividades delictivas, porque consideraba que la Costa del Sol es la Florida de Europa.