La víctima del síndrome de Creutzel-Jakob que el Salud había declarado hace unos días, falleció ayer apenas dos meses después de haber sido diagnosticada con el síndrome, clasificado entre las encefalopatías espongiformes transmisibles y que puede tener origen alimentario.

La mujer, de mediana edad, murió en la capital aragonesa como consecuencia de las complicaciones derivadas del proceso degenerativo neurológico, eminentemente cerebral que se caracteriza por un periodo de latencia muy largo y superior a los 10 años cuyos sintomas son demencia, transtornos sensoriales, transtorno locomotores, perdidas del tono muscular o alteraciones visuales. Su incidencia es de un caso por millón de habitantes y en Aragón suelen detectarse de uno a dos anuales. Puede aparecer sin una causa conocida o tener un componente genético. Una de sus variantes es el mal de las vacas locas, acaecido en la década de los 90.