Durante el fin de semana las calles de Alfajarín se han llenado de caballeros y princesas, juglares y soldados del medioevo para la celebración de las IV Jornadas Medievales en las que se conviven los actos formativos, como conferencias y exposiciones, con los lúdicos y teatrales. Todos ellos programados para conmemorar la victoria en 1.118 de Alfonso I El Batallador sobre el ejército musulmán de Al-Muqtadir, rey de Zaragoza, quien ocupaba el castillo alfajarinense.

Precisamente, esta fortaleza es el escenario donde se celebra este evento. Un enclave magnífico, puesto que se sitúa en lo alto de un impresionante montículo rocoso. Un paraje artístico y natural, recientemente recuperado por el consistorio, que contribuye a potenciar la espectacularidad de las jornadas.

Así, hasta la fortaleza se desplazaron medio centenar de alfajarinenses, arengados por otros tantos actores zaragozanos y valencianos, para llevar a cabo todas las representaciones, una de ellas, la toma del castillo, que tuvo lugar ayer por la tarde, fue el acto estrella. Para este momento, los vecinos del municipio en el papel de cristianos se vistieron con cotas de malla, portaban escudos, espadas y largas capas.

TRAJES Por su parte, las mujeres lucían coloridos trajes confeccionados con magníficos tejidos, tocados de gasa en sus cabezas y vistosos complementos, como zapatos y joyas. Igual vistosidad tenían las vestimentas que llevaban los moros, con sus sedas y adornos que relucían al incidir la luz en ellas.

Al caer el sol la expectación se adueñó de los presentes, quienes observaban a las tropas que se disponían a comenzar la batalla. Previamente, las tropas moras habían ofrecido a los curiosos un espectáculo de danzas del vientre. Por su parte, los arqueros y mesnaderos cristianos habían hecho un ritual de hermanamiento e invocado a San Juan, para que los ayudara en su lucha, puesto que eran menor en número que los sarracenos.

Una plegaria que, según recoge la leyenda, oyó el santo, ya que los cristianos consiguieron recuperar su castillo. Aplausos, música y griterío se fusionaron en un estruendo con el que se dio por concluida la representación en la que los improvisados actores de Alfajafín han intervinieron de manera excepcional.

Tras la puesta en escena del acontecimiento histórico, se sucedieron otros actos, como el mercadillo medieval, el taller de cerámica para niños o los cuentacuentos para grandes y pequeños. Después, al caer la tarde comenzó la procesión de las antorchas y posterior encendido de la hoguera por parte de los arqueros. Un ritual en el que se conjugan superchería y tradición, ya que, según los lugareños, "el fuego sirve para alejar a los espíritus de las brujas que fueron quemadas en el foso del castillo en tiempos del medioevo". Encendida la pira en lo alto de la fortaleza continuó la fiesta hasta altas horas de la madrugada.