El Museo de Zaragoza ha estrenado hoy una nueva obra de Francisco de Goya, "El éxtasis de san Antonio Abad", una pintura que ha restaurado el Museo del Prado tras una minuciosa investigación de su jefa de conservación y especialista en el artista, Manuela Mena.

Adquirida en 1925 por el Museo de Zaragoza, la obra representa a san Antonio Abad momentos antes de su muerte, sentado sobre una roca al atardecer, extasiado por la aparición del ángel mancebo que con su mano izquierda señala al cielo.

Se creía anónima o atribuida a Francisco Bayeu pero una exhaustiva investigación y restauración fue revelando poco a poco toda la grandeza de Goya.

Manuela Mena y la restauradora Almudena Sánchez han explicado en la presentación de la obra el proceso de análisis y restauración que el equipo del Prado ha llevado a cabo hasta llegar a la conclusión de que la obra, que no presentaba graves problemas que pusieran en riesgo su conservación pero sí un aspecto estético "muy deficiente", es del artista aragonés.

Ambas han participado hoy en la presentación del cuadro acompañadas por la consejera de Educación, Cultura y Deporte, Mayte Pérez, y por el presidente de Aragón, Javier Lambán, quien ha mostrado su gratitud por la tarea de verificación de una obra del aragonés más universal que se incorpora al patrimonio artístico de la comunidad.

Mena ha concretado que vio la obra en el almacén del Museo de Zaragoza y que incluso a través de la suciedad pudo intuir un "escalón superior" a Bayeu, de forma que se trasladó al Prado para su restauración y análisis, un trabajo lento y minucioso de un equipo que fue concluyendo que sí podía ser del artista.

El problema en este caso es que está basado en un cuadro de Corrado Giaquinto con la misma composición, que está en una iglesia en Roma, y que existe otro de formato más pequeño también atribuido a Goya que se exhibió en el Museo de Zaragoza hace un tiempo en el marco de una exposición de obras de juventud del artista, que es más detallado y delicado y podría indicar que es el que pudo pintar Goya en Roma al ser más fiel al original.

Mena ha apuntado que el cuadro se pintó entre 1777 y 1781, que era un poco más grande y estaba enmarcado con una banda negra que se conserva en la parte inferior, que podría ser un cuadro de devoción y que la tela tiene un añadido cosido en la parte derecha, como si fuera una obra hecha sobre la marcha para alguien "no excesivamente alejado" de Goya, ya que muestra intimidad y confianza y es "muy posible" que fuera un encargo o un regalo para uno sus amigos, Martín Zapater, y para alguien estrictamente de su familia.

Lo que singulariza este cuadro, ha agregado, es el nivel de abstracción, que está hecho "con una cabeza intelectual, matemática casi", que es una de las características de Goya, que necesita "muy poco para describir mucho", como la forma en la que vuela el ángel o la expresión del santo y su mano agarrada al pecho.

"Hay montones de pequeños detalles que nos están hablando de una forma específica de hacer de este artista", ha remarcado Mena, quien ha asegurado que hay determinadas pinceladas, como las del paisaje, que se pueden considerar casi como "una la firma" del artista.

Mena ha insistido en que es una aportación "verdadera" al catálogo de Goya frente a otras obras que con "desfachatez" se atribuyen al artista y sobre todo cuando se exponen al público.

Por su parte, la restauradora, Almudena Sánchez, ha indicado que la pintura no presentaba graves problemas que pusieran en riesgo su conservación, como pérdidas de pintura o un cuarteado peligroso en la capa pictórica, pero su imagen "se había degrado intensamente", de forma que la tonalidad de la pintura era muy oscura y apagada por el envejecimiento de los barnices que cubrían la superficie y el lienzo presentaba importantes deformaciones, a lo que se añadía la "potente" presencia de una costura en la parte inferior derecha.

Pero la restauración, que ha sido "lenta y compleja", ha devuelto a la obra su imagen original "revelando bajo los viejos barnices una gran variedad de recursos pictóricos característicos de la técnica de Goya, de altísima calidad".

En su intervención, Lambán ha destacado el "enorme júbilo" que supone presentar un cuadro de Goya en el Museo de Zaragoza, que ha renovado y ampliado sus espacios dedicados al genial artista aragonés y que proporciona una "placentera servidumbre" a Aragón y sobre el que habría que plantear una oferta conjunta con otros espacios para aumentar exponencialmente sus efectos.