No habrá corte de cinta porque la Junta Electoral prohíbe las inauguraciones en vísperas de votaciones, si bien esta ocasión merecería brindar con cava y quemar un castillo de fuegos artificiales. Con casi tres décadas de retraso, por fin se abre al tráfico el tramo de la N-232 entre Ráfales y el límite provincial con Castellón. Será mañana cuando los vehículos puedan pasar por el nuevo trazado de algo más de 14 kilómetros de una vía de trascendental importancia para las comarcas orientales de Teruel y Castellón. Es una zona estratégica al conectar el valle medio del Ebro con la Comunidad Valenciana, dos polos de fuerte empuje económico y que usaban esta vía, en mal estado, como enlace.

El nuevo trazado, en las estribaciones del puerto de Torre Miró, representa una mejora sustancial tanto de seguridad como de la capacidad de la N- 232. En la obra se han invertido 65,5 millones de euros, lo que sumado al importe final estimado de las expropiaciones y del control y vigilancia de las obras, arroja una inversión total realizada de 69,9 millones de euros.

La puesta en servicio de esta carretera llega después de que todos los Gobiernos de las últimas tres décadas retrasaran los trabajos realizados por diversos avatares, a pesar de tener dotación en los presupuestos generales prácticamente todos los años. Diseñada en el primer gran plan de carreteras de la democracia, el planteado por Felipe González para el periodo 1984-1991. Por diversos avatares, las obras sufrieron varias paralizaciones, como ocurrió en 1993 y 1997 y la carretera hasta Vinaroz se fue construyendo, aunque nunca el tramo comprendido entre Ráfales y el límite con la provincia de Castellón. Una de las causas de la paralización fue por un contencioso planteado por los propietarios turolenses de terrenos que debían ser expropiados, al ser pagados por un precio más bajo que el que se daba a los de los terrenos valencianos. Ganaron el pleito y la obra sufrió una nueva demora. En el 2010, el proyecto paró de nuevo tras el hundimiento de una parte de las obras, con el consiguiente sobrecoste de las obras complementarias, lo que motivó un litigio entre la contratista y Fomento.

Según detalló ayer Fomento, la vía que entra en servicio es un tramo de carretera convencional que atraviesa un relieve complejo y que sustituye un trazado anterior de algo más de 17 kilómetros. Se suprime la travesía de la localidad deMonroyo, si bien se acondiciona ese eje antiguo, incluyendo una zona de estacionamiento. Así, se reduce la longitud de recorrido en unos 3 kilómetros, aunque la principal diferencia se da en la calidad de la nueva carretera. Se pasa de una geometría muy estricta, con curvas que en algún caso no llegaban a 25 metros de radio, a otra amplia, con radio mínimo de 500 metros.

Además, mientras que la plataforma anterior no llegaba en muchos lugares a 6 metros de anchura, la sección de la nueva carretera tiene dos carriles de 3,50 metros más arcenes de 1,50 metros. La conexión con el viario exterior se concreta en tres enlaces (Torre de Arcas, Monroyo Sur y Monroyo Norte) y dos intersecciones (La Cerollera y Ráfales). En la obra se han incluido dos túneles, Monroyo y Consolación. El primero, de 495 metros de longitud, se sitúa en la variante de la localidad del mismo nombre, y el segundo, con una longitud de 270 metros, corta un trazado en herradura acortando el recorrido en casi medio kilómetro. Asimismo, se han ejecutado los viaductos de San Bernardo y Valdeluna, además de 16 pasos inferiores, 3 en los enlaces y 13 para reposición de caminos, y 2 pasos superiores, uno para reponer una vía pecuaria y otro como paso de fauna. En cuanto a recuperación ambiental, ademásdel paso para fauna, se han realizado plantaciones e hidrosiembras.