Lo más sangrante de la sucesión de episodios que van desembocando en pactos para gobernar las instituciones aragonesas es que, en lo referido a las derechas, todo lo importante se ha cocido al margen de la participación e incluso del conocimiento de las organizaciones regionales de los partidos (PP, Cs y Vox) y por supuesto de los diputados y concejales concernidos. Y todo el mundo ha tragado hasta la fecha. Salvo en Huesca, por cierto.

El PSOE y el PAR, sin embargo, sí han urdido sus acuerdos como les ha venido en gana (con los de Aliaga jugando en cualquier tapete y a gusto de cada partícipe local). Si esperaban a Cs para negociar un tripartito alternativo en el Gobierno de Aragón, su ilusión se ha visto frustrada (como era de esperar). Así que ahora andan a vueltas con Podemos, que también va a su bola, y con CHA e IU, que lo mismo. Eso sí, para cuadrar una mayoría absoluta en las Cortes de Aragón los tres partidos citados, expresión de la izquierda aragonesista y de las izquierdas alternativas, se van a tener que comer con patatas a los de Aliaga. O no hay nada que hacer. Es lo que tiene haber fracasado en las urnas.

Estén sometidos los partidos a Madrid o actúen autónomamente respecto de sus direcciones centrales, sus circunstancias desdibujan cualquier concreción programática y desde luego convierten en misión imposible la revisión de los objetivos estratégicos de la Tierra Noble. En lo que a la gestión de la autonomía se refiere, la entente izquierdas-regionalismo hará ligeras correcciones, de matiz indudablemente social, si Podemos e IU se suman activos al bloque ya remachado de PSOE, PAR y CHA. Pero todo lo demás habrá de seguir ajustado a la inercia de los lugares comunes (y falsos a menudo), de los clichés traídos desde el lejano pasado, de las eternas frustraciones baturras y de las ocurrencias destinadas a satisfacer el imponente apetito de esa cosa que denominamos poderes fácticos.

Resetear la gestión de un territorio tan amplio pero tan poco poblado, ponerlo en valor, manejarlo con el cuidado que requiere un recurso valiosísimo (sobre todo en los espacios más interesantes y a la vez más frágiles) se presenta a priori como una misión imposible. Establecer unos criterios para que Aragón no se hunda por los siglos de los siglos en el eterno déficit presupuestario o no se vea obligado a recortar una y otra vez sus servicios públicos... también es ahora mismo impensable. La única parte positiva de este punto muerto institucional, aunque también social, es que las penurias financieras del Ejecutivo autónomo le impedirá someterse al dictado de los que cortan el bacalao (por detrás) y burradas como la unión de las estaciones de esquí de Formigal, Astún y Candanchú por Canal Roya (por poner un caso) no podrán acometerse aunque estén en el acuerdo básico PSOE-PAR.

Por lo demás, seguimos como siempre. Qué muermo.