«El común denominador que une al brujo, al poeta y al loco solamente puede ser la magia», escribió el surrealista francés Benjamin Péret. Tres condiciones que se unen sin fisuras en un proyecto como La casa del circo, fuera de los cauces oficiales y fuera de las calles del centro, entre el barrio del Arrabal y la Jota de Zaragoza. Han superado la pandemia y ahora toca remontar, volver a montar los trapecios y reparar los accesos. Al mismo tiempo, toca darse a conocer de nuevo y para eso han pedido la colaboración de los ilusionistas. Con ellos celebrarán este domingo una gala entre lo presencial y lo virtual para celebrar la nueva vida que llega. Lo que está pero no se conoce. Lo que es fundamental para despertar una ciudad.

La casa del circo es fruto de una ilusión y de las ganas de mucha gente. Su exterior es el de una nave industrial, rodeada de talleres, de furgonetas aparcadas y de la extrañeza propia de los polígonos, a pesar de la cercanía del Lidl de Marqués de la Cadena. Sin embargo, no hay que llamarse a engaños. Su entorno no tiene nada que ver con lo que uno se encuentra al penetrar en su interior, cuando todo se convierte en una mezcla de vieja barraca de feria, cabaret ambulante y local de ensayo.

En sus pistas en este tiempo se han sucedido las actividades, los cursos, las danzas y las interpretaciones. Llevan poco más de dos años ofreciendo un espacio destinado a ser un punto de referencia de creación cultural que aúne diferentes ramas artísticas. Es un buen sitio para decir lo que uno quiera decir. Y es un buen sitio para iniciarse en la danza del vientre, en el claqué o en las músicas avanzadas. Tendrá algo de local alternativo, pero está preparado para ofrecer respuestas ante cualquier necesidad.

Estos días han puesto en marcha una campaña que les permita seguir arriesgando, aunque suponga hacer malabares. A través de las redes sociales han lanzado un grito de auxilio «para evitar el cierre del espacio y poder continuar con las actividades». Por el momento tienen previsto acometer una serie de «iniciativas solidarias» y han lanzado la posibilidad de convertirse en amigo del lugar con una aportación económica voluntaria.

Gala solidaria

Pero esto es pensar en el futuro, que ya se verá. Por el momento están pensando en el ahora, en seguir ofreciendo sorpresas en medio de una pandemia. Para cumplir con las normas han renunciado a sus alfombras (que ahora se han pintado de rojo y negro en el suelo) y a buena parte de su aforo. Por eso van a sumar a la audiencia virtual que está siguiendo su gala de circo solidario a unos cuantos espectadores presenciales que este domingo podrán encontrarse de nuevo con las ilusiones de lo mágico.

César Talavera y Lidia Serrano, como promotores del espacio, se muestran ilusionados ante lo que viene. «Tenemos muchas ganas de volver a hacer cosas», indican. La gala será a las ocho, con todas sus plazas ya vendidas desde hace tiempo. Hay ganas de espectáculos. Chéchare (el nombre de Talavera cuando ejerce de maestro de ceremonias) garantiza que todo se hará siguiendo los protocolos, que para eso ha marcado en el suelo del patio de butacas las marcas que garanticen las distancias de seguridad.

El mago Oiham Palacín será uno de los protagonistas de una jornada en la que también participarán ilusionistas como Juan Capilla o Sergio Cisneros. Sin cachivaches, como dice, aparecerán y desaparecerán objetos. Lo han probado ya con emisiones virtuales que han tenido mucho éxito, pero les falta la emoción de la cercanía con el público. «Creemos que también es una forma de ayudar a La casa del circo», asegura.

Los escenarios, aunque nadie lo pensaba hace unas semanas, encienden sus tramollas. «Nada puede sustituir a lo que se vive en un directo», afirma Oiham. Con las condiciones actuales se lo toman como un experimento, aunque seguramente habrá más. «Lo real no se distingue de lo imaginario más que la mañana de la noche», diría Péret.