En las panaderías del barrio de El Gancho, en el centro de Zaragoza, se mezclan los roscones de reyes con los baklawas. Repostería árabe y mazapanes (en el caso de que no sea todo lo mismo). En las últimas semanas han recibido la mirada escrutadora de gran parte de la ciudad por los problemas de convivencia que se han detectado en algunas de sus calles más degradadas. Esto se ha traducido en un aumento de la presencia policial y en el sentimiento de que se les está juzgando más duramente que a otros barrios similares. Por suerte, han tenido unas navidades en paz y quieren encarar la recta final de las fiestas mostrando su cara más plural, diversa y solidaria.

La iglesia de San Pablo estos fines de semana tiene sus puertas abiertas de par en par. La difusión del patrimonio histórico. Un grupo de personas espera junto a la entrada del Sótano Mágico (un polo de atracción para los más pequeños) en una calle animada con escaparates engalanados para la ocasión. Todo normal si no provoca miedo la oferta de brochetas de cocodrilo que figura en una de las pizarra de la taberna El broquel.

La plaza Santo Domingo deja ver una variada decoración navideña en los balcones. Niños Jesús en paño rojo, banderas de Nepal, viejos papás noeles con las costuras estiradas. Ahí establecieron su fortún navideño Los titiriteros de Binéfar y en el centro Luis Buñuel han mantenido una gran actividad para garantizar la convivencia más allá de las patrullas policiales que han multiplicado su actividad.

En la mañana de ayer organizaron un rastro con medio centenar de vendedores ambulantes, respetando distancias de seguridad y con posibilidad de regateo. Es un buen lugar para adquirir detalles de segunda mano como regalo. Una opción alejada de las lógicas consumistas que se vende como una oportunidad de desarrollo para las familias más desfavorecidas del distrito. También se ha organizado estos días un mercadillo gratuito de juguetes y se mantiene una olla comunitaria para dar de comer caliente a las personas sin un techo bajo el que refugiarse.

Realidades distintas

Hina El Amri llegó a Zaragoza hace 18 años. En Marruecos las navidades son muy distintas, primando la celebración de la Nochevieja. Todo eso cambió para ella con el nacimiento de sus hijos, de forma que se siente una privilegiada de sumar las festividades de los dos países. Ahora en su casa los turrones se mezclan con las delicadas chevakias, llenas de miel y sésamo. «El barrio está igual que siempre, viene gente de fuera a comprar los productos que no encuentran en otros lugares», dice tras la surtida barra de Pan y +.

El hotel París, junto a la sede de la asociación de vecinos, es una decoración navideña en sí mismo. Desde la propia entidad destacan que aunque sean el foco de muchas críticas mediáticas, la realidad cotidiana es bien distinta, como demuestran buena parte de las actividades que se organizan. En este sentido destacan que la cuarentena provocada por la pandemia «hizo surgir una realidad tan hermosa, humilde y esperanzadora como la Red de Apoyo del Gancho, a la que nos sumamos muchos vecinos y vecinas y cuyo foco sigue estando en el apoyo mutuo y en la facilitación y mejora de la convivencia cotidiana».

El barrio de San Pablo también apuesta por la memoria de sus ilustres vecinos, iluminados como cabezudos en el escaparate de la sede de la entidad vecinal. Nombres como Merche Navarro, Primitivo Gil o Mauro Scano, partes de un distrito amplio y diverso que se siente observado por una lupa deformante. El espíritu navideño también está en las historias de los antiguos residentes y en la diversidad que aportan los nuevos. Por eso desde un balcón suenan villancicos latinos, los centros asistenciales desean buenas fiestas en varios idiomas y en vinatería Casa Perdiguer una pareja apura las últimas compras.