Desde que en el 2010 se celebrase en las Cortes de Aragón el primer acto del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, Rolde de Estudios Aragoneses y Amical de Mauthausen y otros campos cumplen, de nuevo, con el deber que se impusieron de recordar a todos los colectivos estigmatizados y perseguidos por el régimen nazi, durante la década en que su política se extendió por Europa. Una memoria que hoy se presenta más necesaria que nunca por el peligro que supone la presencia de fuerzas políticas cuyo discurso parece retrotraernos a los años 30 del pasado siglo.

Pero no solamente se trata de los discursos sino, también, de actitudes y actos de profanación de monumentos como, reciente y reiteradamente, el erigido a los deportados aragoneses en el parque José Antonio Labordeta o el que recuerda a las 13 Rosas -ambos en Zaragoza- y que acaba de denunciar la Plataforma de Asociaciones Memorialistas de Aragón. Discursos y actuaciones que desprecian a las víctimas y que cuestionan, como entonces, derechos de determinados colectivos sociales según su procedencia, situación personal, condición sexual o creencia religiosa.

En nuestro entorno, y volviendo a la memoria de las víctimas, la concreción de aquellas políticas extremas afectó a más de 9.000 hombres y mujeres que sufrieron deportación a lugares donde la vida dejaba de tener valor. Sin olvidar a varios miles que fueron esclavizados por el nazismo en las construcciones defensivas y complejos industriales destinados a cubrir las necesidades de los ejércitos del Reich, donde la muerte también vino por las condiciones infrahumanas del trabajo.

La reivindicación de su sufrimiento significa poner en valor su memoria política, la del compromiso que adquirieron los primeros combatientes antifascistas europeos en suelo español y, después, en tierras de Francia. Este reconocimiento no es responsabilidad exclusiva de las entidades de memoria. También han de asumirlo las instituciones, reparando años de olvido y silencio; corresponde a la administración del Estado implementar políticas activas de reparación hacia los colectivos de las víctimas del nazifascimo. leyes de memoria democrática, como la aragonesa, son imprescindibles, pero pueden quedarse cortas si no se las dota de infraestructura y recursos necesarios para desarrollar actuaciones continuadas, consensuadas con las entidades de memoria.

Un listado imprescindible

Respecto a nuestros deportados y deportadas, se han de reconocer los esfuerzos de diferentes administraciones sensibles para dar a conocer el fenómeno de la deportación y el exilio a estudiantes, facilitando su presencia en actos de homenaje como los que se celebran en los campos de Mauthausen y Buchenwald organizados por la Amical; o la celebración de homenajes de carácter local y, también, promoviendo estudios dando a conocer las trayectorias vitales de los deportados de un entorno determinado.

Cabe destacar la publicación, el pasado 9 de agosto, del listado de los muertos en los campos nazis, a instancias del Ministerio de Justicia, para inscribir en el Registro Civil su fallecimiento durante la deportación. Una medida tardía pero imprescindible, y que requiere un esfuerzo continuado de actualización de las cifras que hoy superan los 5.250 nombres. Desde la Amical valoramos positivamente aquella publicación por su repercusión mediática y por su efecto sobre las familias: muchas personas nos han mostrado su satisfacción por haber encontrado, por fin, el nombre de su familiar en un documento oficial español como es el BOE y con reconocimiento explícito de la causa su fallecimiento: «muerto en deportación».

Todo lo anterior se enmarca en un contexto político, a nivel europeo, tan contradictorio como preocupante, cuando ya han desaparecido casi todos los supervivientes, que durante décadas mantuvieron vivas las alertas de sus compromisos adquiridos en los juramentos -como en Mauthausen y Buchenwald- en los días siguientes a su liberación. Con el inicio de las celebraciones internacionales que han empezado a desarrollarse estos días en Auschwitz comienza la conmemoración del 75 aniversario de la liberación de los campos. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero sigue siendo necesario reflexionar e insistir en las enseñanzas que se derivan de aquel horror masivo y generalizado, cuando hay suficientes indicios para dudar de que nuestra sociedad las haya interiorizado de una forma real, sanadora y preventiva.