Es mediados de noviembre, no hace nada de frío e Isabel Bellostas, que regenta un comercio de regalos y complementos abierto desde 1875 en la calle Alfonso de Zaragoza, está colocando una guirlanda de ramas de pino en la fachada de su tienda.

«Necesitamos alegría e ilusión en unos momentos así», dice la comerciante, que añade que mucha gente de la que ve pasar por delante de su escaparate «tiene una expresión triste en la cara». «Lo que pasa es que se ha perdido hasta la ilusión de comprar», insiste.

Por eso ve bien las largas hileras de bombillas que, como un toldo luminoso, cubren la calle Alfonso I. Aunque estén apagadas, como a la espera de tiempos mejores para irradiar su brillo sobre las cabezas de los viandantes.

Cerca, en La Parisién, que vende, entre otros artículos, complementos para trajes baturros, Santiago Espa también cree que hace falta algo para aumentar el consumo. Pero no es optimista.

«Se hacen pedidos con mucha cautela, hay que andar con pies de plomo», asegura. «La incertidumbre es total».

SIN TRAJES DE NOCHEBUENA

En la calle León XIII, Begoña Abad, de Skándalo de Luxe, pone trajes de fiesta en su escaparate, de esos que lanzan destellos en Nochevieja. Pero tampoco las tiene todas consigo. «La cosa no mejora y las tiendas se ven vacías», lamenta.

Y, sin embargo, para el pequeño comercio que da vida al centro de Zaragoza, la Navidad es esencial para su supervivencia. «Vendas o vendas, hay que hacer frente a los alquileres, a los impuestos, a los gastos fijos...», enumera.

También para los puestos del Mercado Central, donde todavía no se respiran aires navideños y es difícil encontrar algún elemento decorativo que permita impregnar a su clientela de la típica ilusión invernal.

«Este año no hay alegría, la gente viene con otro ánimo», confiesa Lorenzo Sinusai, propietario del puesto Carnes Lorvi del Mercado Central de Zaragoza. Para estas fechas la campaña navideña ya empieza a notarse en los escaparates de la lonja, donde se agolpa la clientela para adelantarse a la subida de los precios. Nada de eso se ve en un mercado donde uno anda con tranquilidad, sin cruzarse con mucha gente y donde la espera para pedir es mínima.

Y eso que los precios invitan a hacer acopio de cara a las navidades, se puedan celebrar en familia o de una forma más reducida. El entrecot está a 20,90 euros el kilo, como de costumbre, a 19,90 el chuletón que puede alcanzar los 40 y 50 euros en los días previos a Nochebuena, y a 15,90 el ternasco. En la sección de frescos la lubina se mantiene en los 11,00 euros el kilo y la cola de rape en 24,90.

Desde la Unión de Consumidores de Aragón (UCA) explican que el cierre de los restaurantes está teniendo un gran impacto en el sector de la restauración, pero también en aquellos que venden el género. Explican que noviembre y diciembre son dos de los mejores meses de los restaurantes como consecuencia de la avalancha de cenas de empresas y amigos que se realizan durante estas fechas y que, este año, se han perdido. Eso, unido a la incertidumbre sobre el posible confinamiento, ha alterado al mercado y sus ventas.