«Ha llorado mucho antes de entrar porque no quería, pero tampoco salir. No deja de decir que quiere volver». Mario es uno de los casi 11.000 niños aragoneses de 3 años que ayer comenzó su escolarización. Atrás queda la guardería y llega el colegio de mayores. «Esperaba que lo llevara peor. Reconozco que yo estaba más nerviosa que él y, de hecho, he dormido más bien poco», admitía una de las madres que esperaba a su hijo, que comenzó ayer la fase de adaptación que impone, durante los primeros días, una permanencia en el colegio de apenas una hora para los más pequeños.

Porque ayer, como cada comienzo de curso, fue un día de llantos, nervios y pucheros, Pero también de sonrisas por el reencuentro. «No tenía muchas ganas de venir, pero me lo he pasado en grande», decía un niño de Primaria.