La situación en Nicaragua es crítica. El país centroamericano atraviesa una fuerte crisis socioeconómica y la gente sale a las calles en masa, protagonizando marchas pacíficas que en ocasiones son duramente reprimidas por las fuerzas paramilitares dependientes del gobierno de Daniel Ortega. Esto obliga a muchos ciudadanos nicaragüenses a huir a otros países por temor a las posibles represalias, sobre ellos mismos o sobre sus familias. Muchos vienen a España y a Zaragoza, una de las ciudades españolas con más población nicaragüense.

La población nicaragüense de Zaragoza se organiza en grupos, y uno de los más numerosos es el llamado Azul y Blanco, en el que se encuentran recogidas otras agrupaciones de menor tamaño. Se reúnen todos los miércoles a las 18.30, y participan ciudadanos nicaragüenses y españoles. Una de sus coordinadoras es Imara, que afirma que entre sus objetivos principales está el «dar apoyo, tanto jurídico como psicológico, a los compañeros que llegan en busca de asilo». Además, explica, organizan otras actividades culturales, informativas y también de recolecta, para recoger fondos y mandarlos a su país para ayudar a las familias.

Hay ocasiones en las que los participantes en las reuniones solo quieren conversar, pero hay otras en las que es necesaria la intervención de psicólogos.

Según explica Nayiri, una estudiante de 18 años, este colectivo es uno de los más perseguidos, ya que, según relata, «los estudiantes fuimos los que nos levantamos contra el Gobierno, ya que hubo un problema con los servicios sociales de la tercera edad, y la represión se dirigió a nosotros». Llegó a Zaragoza hace escasos días, ya que aquí tenían familiares. En cuanto al futuro, le gustaría poder volver a su país cuando la situación se calme y terminar sus estudios de Veterinaria, que dejó abandonados en su huida.

Otro caso es el de María (nombre ficticio), llegada a España hace aproximadamente un mes. Ella participó en la mayoría de marchas pacíficas celebradas en el país y ha vivido momentos de mucha tensión. «Siempre existe ese miedo», recuerda. Sin embargo, según cuenta, fue un mal presentimiento de su madre lo que le hizo no acudir a la manifestación del 30 de mayo, donde las personas que se hallaban concentradas fueron atacadas por paramilitares armados con francotiradores. Llegó a España cuando empezó a correr el rumor de que estas fuerzas estaban elaborando listas con todas las personas que asistían a las concentraciones, ante la seguridad de que su nombre figuraba en ellas. Vino sin su familia, gracias a que tenía una conocida aquí. «Me vine a España porque yo soy la que trabaja y sostiene a mi familia, así puedo mandarles dinero para que consigan comida y cubran los cuidados básicos de la casa», cuenta. Ahora, pretende continuar formándose profesionalmente aquí -si le surge la oportunidad-, aunque entre sus planes no está el quedarse en España mucho tiempo, ya que, remarca, «toda mi vida ha trabajado allí y sé que Nicaragua va a necesitar de profesionales como yo para poder levantar el país», aunque eso será una vez se supere la crisis.

Ambas coinciden en destacar la importancia del grupo Azul y blanco. «He tenido un muy buen recibimiento por su parte, tanto en el sentir emocional como por la parte de la asesoría» relata María. «Lo que queremos es que la gente de España nos apoye, el apoyo moral sé que no es mucho pero para nosotros es muy importante», completa Nayiri.

Hoy a las 17 horas se concentran en la plaza España. Poco a poco, acercan Nicaragua a las personas que, por circunstancias, no pueden vivir en ella.