Juan Gracia llegó ayer, cerca de las 11.00 horas, a buscar su Toyota Lexus a la calle Predicadores, para ir a hacer un recado al Burgo de Ebro. En su lugar encontró un montón de escombros. "No sé dónde está mi coche ni quién me lo pagará", explicaba, tras tener noticias del derrumbe. Tras ir al depósito municipal, por indicación de un agente de la Policía Local, tenía ubicada la ruina de su coche aunque aún no sabía quién se lo iba a abonar. "La compañía me dice que busque yo a la aseguradora del ayuntamiento, pero aún no tengo ni el parte", lamentaba.

Bomba

Su quebradero de cabeza se repetirá en otros cinco casos. Al menos, se quedó en daños materiales. Para los vecinos, supuso un buen susto, como explicaba Javier, que vive apenas a unos metros hacia la avenida César Augusto. "Era como una bomba, oímos un ruido muy fuerte y al asomarnos veíamos todo humo, todo polvo. Solo cuando se dispersó vimos qué había pasado", explicó.

Para los padres, la sensación era peor, después de que sus hijos hubieran podido al menos asistir a clase. Pedro Sarbu acababa de dejar a sus hijas Marian y Julia Petronella, y observaba el desastre inquieto. "La directora ha dicho que no había problema, pero algunos se han ido a casa", explicaba. "El colegio está mal, no está limpio y hay goteras", comentaba.

Dentro, como pudieron comprobar los inspectores, no había ningún daño aparente, pero el centro de educación de adultos del Instituto Aragonés de Servicios Sociales cerró hasta mañana. "Yo venía a pintar, pero si no se puede, no se puede", zanjaba Manuel, resignado.